Cuando Monkey Week partió rumbo a Sevilla algo se murió en el corazón de los que habitamos en la Bahía de Cádiz. Tendremos toda clase de eventos, algunos de ellos de índole musical e incluso buenos, pero ninguno de ellos es Monkey Week. El regreso del festival al Puerto de Santa María, aunque en formato reducido, ha sido todo un éxito y nos ha permitido recordar tiempos no mejores, pero sí en los que éramos más jóvenes.


Monkey Weekend arrancó el viernes por la noche en el Castillo de San Marcos. Por allí hicieron acto de presencia Rosalía y Raül Refree, que rápidamente se hicieron con el escenario y el público. He de reconocer que no es el tipo de música que me gusta, y no hablo del flamenco (introduzca aquí el apellido que quiera), hablo del estilo que le imprimen, muy bonito pero que me resulta algo impostado, como si por momentos no hubiera sentimientos más allá de los que las letras expresan. En este mundo, y sobre todo en el directo, tiene que haber algo más para encandilarme, no puede ser tan light. La primera noche -algo corta porque lo fuerte venía al día siguiente- la coronó Cuello, que cambió el tercio iniciado previamente por sus compañeros de escenario y le dieron rienda suelta a los instintos más bajos de los allí presentes.

El sábado, el día Monkey Week, el que te obligaba a perderte bandas por ver a otras o simplemente por comer, se inició con Cabezafuego en el Museo del Hospitalito, un nuevo escenario idílico que demuestra la riqueza del Puerto, que esconde rincones con encanto a lo largo y ancho de toda la ciudad. El músico se presentó como pudo y dio un gran espectáculo en acústico. A estas alturas, dudar de Cabezafuego como músico y como showman está fuera de lugar, pero lo que hizo a casi cuarenta grados tiene mérito. Tras él llegó el temido descanso para almorzar y los primeros vacíos en la lista de conciertos que pretendía ver. Sin embargo, Los Jaguares de la Bahía, la banda de Paco Loco logró que recuperara el tiempo perdido con un directo arrollador, y eso que acercarse al escenario era un acto más peligroso de lo habitual dada la tendencia del productor a perder la ropa. La sombra de los muros del Castillo nos cobijó y nos permitió hasta bailar. Por cierto, la aparición de Nur Wong, que jugaba en casa, le dio más nivel al concierto, ahí hay futuro para un supergrupo.

Ya en sala, los Smokers Die Young lo dieron todo. Los jóvenes gaditanos, que poco a poco van despegando dieron sobradas razones para comprender su ascenso y dejaron claro que en Cádiz hay cantera (poca pero de muchos quilates). Poco después, en la terraza del Bar Santa María, otro lugar mítico, Aullido Atómico estaban desbarrando cosa mala. Por momentos parecía que aquello iba a venirse abajo, pero el Santa María aguantó y los valencianos se confirmaron como una apuesta segura si quieres partirte los tobillos. Larga vida al trash and roll. En ese instante tocaba quitarse del circuito de salas y volver a disfrutar de la Plaza Alfonso X (o de sus cercanías) y de The Milkyway Express. Eran las nueve, hacía calor, levante y tenía hambre, menudo cuadro, pero Favx son un trío al que hay que ver siempre, especialmente si el sentimiento de culpabilidad te corroe por no haber ido a la Milwaukee a gozar con el espectáculo de King Cayman. El carisma y el pop garagero de estos tipos alimenta el alma (pero no el cuerpo).

Y ahora sí, otro vacío para cenar, las cosas del Monkey… Un año se podría dejar media hora para cenar aunque fuera, porque en este formato de fin de semana tan comprimido uno acaba tirándose de los pelos. En cualquier caso, había que hacerlo, que después llegaban Las Odio en La Cristalera y aquello había que verlo. El cuarteto madrileño no decepcionó y dio un concierto a la altura de las expectativas. El público lo pasó genial, y ellas, al menos en apariencia, también. Esa comunión que establecen con los fans (y curiosos) es un talento innato, una suerte que saben aprovechar muy bien. Musicalmente hablando arrasaron con su pop descarado, con esas letras fácilmente recordables y lapidarias, a las que hay que sumarles mucha actitud sobre las tablas y un ritmo que te obliga a moverte. Pese a que me venían vendiendo muy bien de Las Odio, no esperaba un directo así. También entiendo algunas de las críticas negativas que se vertieron sobre ellas en La Cristalera, porque aún con todo lo dicho, no son una banda pop al uso y hay que tener la mente un poco abierta -pero muy poco eh- para poder meterse de lleno en el espectáculo. Cerraron mi Monkey Weekend los All La Glory, que no habían podido tocar previamente en Guateque porque no cabían en el escenario. El cambio les fue bien, ya que disfrutaron de un aforo más completo y de unos asistentes más entregados (a ellos y al alcohol).

Monkey Weekend ha sabido conservar el encanto de Monkey Week y condensarlo en menos de un día y medio. A mí, que trabajé el viernes y que tenía que hacerlo también el domingo, me masacró el ritmo que llevaba el festival, así como también me destrozó tener que perderme tantos conciertos, pero esto funciona así y en octubre se abre una nueva puerta. Será en Sevilla, pero será Monkey Week.

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