Un año después de la publicación del exitoso Música de mierda llega Mierda de música, una colección de ensayos concebida como un apéndice que profundice en determinados aspectos del debate abierto por su predecesor.
No es estrictamente relevante para hablar de Mierda de música pero resulta demasiado tentador iniciar este comentario señalando la llamativa política de títulos de Blackie Books, muy cuestionable a pesar de su probable valor como estrategia comercial. Por ejemplo, la novela It Feels So Good When I Stop de Joe Pernice se ha publicado en España bajo el título Esta canción me recuerda a mí. Más perplejo me deja que el ensayo sobre cine de Hadley Freeman Life Moves Pretty Fast haya sido rebautizado aquí como The Time of My Life, probablemente porque alguien pensó que esta referencia al tema central de la banda sonora de Dirty Dancing (1987) sería más reconocible para el lector español que una cita extraida de Ferris Bueller’s Day Off (1986). Pero la metamorfosis nominal más extrema es la sufrida por Let’s Talk About Love de Carl Wilson, aquí conocido como Música de mierda: un título que pasa por alto el detalle no trivial de su origen como obra dedicada al álbum homónimo de Céline Dion, aunque este pretexto solo sea el necesario punto de partida para explorar temas de mayor calado.
Estos cambios de denominación no son algo que haya afectado a Mierda de música (Blackie Books, 2017), una obra de producción propia con un retruécano por título que alude a su naturaleza de libro compañero del mencionado ensayo de Carl Wilson. Esta antología carece de coordinador y unicamente cuenta con una breve nota editorial firmada por Blackie Books a modo de prologo, así que hemos de asumir que los diversos textos que la componen han sido encargados directamente por la propia editorial. Pero sería un error considerar este libro como un intento de aprovechar el éxito previo de Música de mierda puesto que su existencia queda justificada por un doble motivo: ni el debate planteado en este último quedó del todo agotado en sus páginas —ni en los ensayos adicionales incluidos en ediciones foráneas— ni este incluía referentes locales que acercaran el debate a un contexto más familiar para el lector español.
Aclarado este punto, Mierda de música cuenta con una buena selección de ensayos firmados por un elenco compuesto principalmente por periodistas y escritores entre los cuales también encontraremos al músico Nacho Vegas, al sociólogo César Rendueles o al filósofo Paul B. Preciado. La mayoría de estos textos es relativamente breve y, aunque su naturaleza oscila entre lo analítico y lo literario, el elemento formal que los une es el empleo de lo autobiográfico como punto de partida. La música es algo que forma parte hasta tal punto de nuestra educación sentimental e intelectual que sería quimérico tratar de disociarla de nuestras vivencias personales y, en este sentido, el relato construido por Sergio del Molino es el más plenamente personal y el que intenta con menos ahínco alcanzar una conclusión. De especial interés es también el texto de Nacho Vegas a pesar de no ser lo más lúcido que ha salido de su pluma, usualmente más combativa y menos equidistante. En general, los ensayos más notables son los que emplean una cierta dosis de transversalidad en su analisis y aluden a cuestiones sociales como el género, la orientación sexual o las sempiternas problemáticas de clase. Y en este sentido, Mierda de música resulta notable por exceder el mero debate estético y ofrecer una perspectiva, si no exhaustiva, si muy variada. Las voces a las que da cabida distan de ser unánimes en sus conclusiones y, si bien la tónica general es señalar la hipocresía del concepto de placer culpable, no todas están de acuerdo en señalar posibles alternativas al esnobismo elitista que emana de determinados tipos de capital cultural.