La sala Sol, mi gran amiga de la noche madrileña, acogió el concierto que dieron Fuckaine y Hola A Todo El Mundo el pasado sábado 23 de noviembre. Los primeros venían de estar en boca de todos tras su paso por El Día de la Música y la reciente edición del Dcode Festival. Los segundos ponían fin a la gira nacional de su último disco, el maravilloso Ultraviolet Catastrophe. Varios días después, con la distancia tomada, muchos de los presentes aún tendrán sensaciones encontradas.
Pasadas las 22:30 horas, mientras un tercio del público seguía agolpándose en la barra, Fuckaine subieron al escenario con una preparada estética descuidada (ojo, cualquiera no puede salir a escena con chándal). Sonaron potentes, descarados, no hay que negarlo, pero ante la pose (casi) herética de tres cuartas partes de la banda, el histrionismo del cantante masculino resultaba excesivo y el público parecía preguntarse de donde venía su actitud animal. Problemas microfonales aparte, servidora disfrutó de los cortes más tranquilos donde las maneras eran más comedidas y su estilo post-punk y rock brillaba por encima de la escenificación. Un conjunto de canciones aptas para cualquier película de terror por su contundencia y su atmósfera telúrica. Y esto viene como comentario bienintencionado. En unos días volverán a Madrid en el Sónida Festival, donde espero que mi opinión cambie. Si tienen tantas críticas buenas, por algo ha de ser. Hay que ser pacientes.
Para empezar la crónica de la actuación de Hola A Todo El Mundo (HATEM) primero hay que retrotraerse al primer recuerdo que tengo de ellos. 2009. Antigua sala Heineken, calle Princesa. Fiestas Demoscópicas de la revista Mondosonoro. Junto a Lori Meyers y Annie B Sweet actuó un grupo numeroso de marcado carácter folk. Folk clásico. De barbas y banjos. En ese momento tuve un pálpito, algo marcaba la diferencia pero ni ellos mismos ni servidora podríamos imaginar hasta donde llegarían. Fue mi primera toma de contacto y, desde entonces, su evolución no ha dejado de sorprenderme. Los cambios no han de ser negativos parece ser su máxima y es que ¡jo, qué noche la de aquel día!
Acompañados de proyecciones y con una sala abarrotada, HATEM se descubrió durante la hora (algo más) de concierto como un grupo de festivales. Salas más grandes han de estar en su futuro cercano. Desde la primera nota hasta los últimos coros tras su vuelta al escenario, el público se entregó en cuerpo y alma con cada tema y sintonía. Canciones echas para la pista de baile que si en Ultraviolet Catastrophe ya sonaban bailables, en el directo se convierten en rompepistas de los de antes. Igual me matan pero New Order está presente en You Know We Found New Words, un claro ejemplo de la evolución de su sonido hasta una electrónica coherente donde cada composición fluye armoniosamente y se instala en tu cabeza irremediablemente (como ocurre con el estribillo de And A Just Man Howls). Durante todo el concierto uno sentía que flotaba en otra dimensión, disfrutando del espectáculo que tenías ante tus ojos. Una bendición que sean españoles para disfrutar de su directo de manera continua. Una pena que lo sean porque la música que hacen debe ser disfrutada más allá de nuestras fronteras (cualquier oído inocente les ubicaría en las islas británicas o en medio de Nevada).
HATEM se encuentra en total comunión con su público y el sábado pasado se demostró en el broche final que fue el concierto en la Sol. Agradecidos con los presentes, sin querer abandonar el escenario, conscientes de estar en una de esas noches que no quieres que se acaben nunca. Durante la hora que duró la actuación, todos los asistentes nos sentimos como niños en el Día de Reyes, conscientes de que estábamos ante algo grande. Viva HATEM. Viva León Comunión. Viva el chico de la primera fila. Y viva la madre de Ana y su vestido.