No tenía pensado escribir sobre el concierto de los Temples en Manchester. Contrariamente a lo que piensan muchos, tener un blog no te hace automáticamente un pobre que pretende ir gratis de festival o de concierto. Opiniones de este tipo han hecho que acabase en Manchester un fin de semana en lugar de acabar otro fin de semana más lejano en el tiempo en Barcelona. Y bien acertada que ha sido la decisión. La experiencia ha sido tan positiva que he pagado por el avión, he pagado por el alojamiento, he pagado por el concierto, y encima voy a escribir sobre él, eso sí, sin que me obliguen a ello.
El viernes llegué a la gris Manchester con una frase que se repetía una y otra vez en mi mente: “los Temples no son para tanto en directo”. La verdad es que mis experiencias en el campo de directos de psicodelia iban por el mismo camino. Ni Tame Impala, ni Youth Lagoon, ni otros grupos de menor nombre habían logrado entrar en mi lista de conciertos épicos. Ya fuese por falta de fidelidad al sonido del estudio o por la incapacidad de transmitir, esta nueva edad de oro de la psicodelia parecía que iba a tardad en arrancar de forma definitiva por culpa de los dichosos directos interruptus. Otra cuestión importante asomaba por mi cabeza, y es que aquí uno lleva escuchando a los Temples durante más de un año, un año en el que han sacado quince canciones. Estaba creciendo en mí una “templesindependencia” que gracias a dios supo cortar la llegada del vinilo del Sun Structures (firmado además jeje), el cual en el equipo de música suena como si estuvieses en el cielo rodeado no de ángeles (los ángeles tienen pinta de aburridos), si no de placeres más terrenales que mantuvieron mi fuego vivo hasta el día del concierto.
La previa al concierto del día uno de marzo fue desvelando detalles, que analizados después, me han hecho ver que estaba predestinado a estar allí, ese día, y a esa hora. En el camino del hotel al Manchester Academy tuve un surrealista encuentro con Adam Smith (el guitarrista de la banda, no el economista) cuyos detalles prefiero guardar para mí y para los más íntimos del grupo de amigos. Una vez llegado a la puerta, la segunda señal, mucho menos casual y mística, pero muy esperanzadora: había reventa, aquello iba a estar hasta la bandera. Tras una espera de un cuarto de hora, abrieron las puertas del Academy 2, y los allí presentes, que a esa hora éramos bien pocos, entramos tranquilamente, sin prisas por encontrar un buen sitio. Aún así acabé en primera fila y bien centrado. La noche estaba siendo muy positiva y aún no había escuchado ni un solo acorde de guitarra.
Comenzó el evento con Dark Bells, la que a día de hoy considero la tercera señal. No sabía que Dark Bells iban a estar allí de teloneros, un grupo que está en mi lista de bandas que molan, y que en directo me han confirmado lo que desde mi casa escucho. Este trío australiano (con residencia en Londres) está explotando una vía que promete convertirse en la principal aportación de la psicodelia actual al estilo desde un punto de vista histórico. La psicodelia casi siempre se ha presentado como luz, como si tras las puertas de la percepción todo fuese maravilloso, claro, de alegres colores. Sin embargo el verano del amor del 67 está más que superado, y grupos como Dark Bells están sabiendo explotar la mina que abrieron Syd Barrett y Pink Floyd en el citado 1967 con su Pipers At The Gates Of Dawn. Dark Bells mediante el uso de la psicodelia junto a sonidos espaciales, kautrock y postpunk, se han apuntado a una ola de grupos que pretender equilibrar las fuerzas entre la luz y la oscuridad en el género. Una propuesta que se agradece, no siempre hay que seguir el mismo guión, no todo tiene que ser de colorines.
Terminaron Dark Bells y los chicos de Childhood les tomaron en relevo. La emoción iba creciendo en mí, ya quedaba menos para el momento que tanto había esperado. Las luces volvieron a apagarse, y el movimiento se multiplicó sobre el escenario, en apenas diez minutos ya estaba todo listo para la llegada de los Temples. Reconozco que en esos momentos me sentí como un niño el día de Reyes, estaba en el concierto de mi grupo fetiche en los últimos meses y en primera fila. Y al igual que un niño en el señalado día de Reyes, siempre nervioso por saber si le han traído lo que ha pedido, yo también tenía cierta incertidumbre, no sabía qué iba a salir de allí.
Y por fin aparecieron los Temples, como si fuesen los Reyes Magos el día de la cabalgata, todos vestidos acordes al estilo que representan, Adam Smith y James Edward Bradshaw incluso maquillados. Aquello no podía salir mal. Tras un par de frases empezó aquello con la gran Colours To Life. Todo se tornó en un sueño, seguía sin poder creer que estuviese allí. Sin embargo los de Kettering empezaron algo fríos y medio desperté del sueño, habían desaprovechado la oportunidad de levantar al público con Colours To Life y Sun Structures, de nuevo se vino a la cabeza ese temor de que el concierto no iba a ser tan bueno como debiera ser. Sin embargo las palmas de A Question Isn’t Answered despertaron al cuarteto sobre el escenario, y algo ocurrió en la sala. Tras el frío inicio se desató una tempestad que jugó con el tiempo, y sobre todo con el espacio, jamás en mi vida había visto un concierto en sala tan animado. El público, antes casi callado y quieto, empezó a moverse como una acordeón que sacudía una y otra vez la sala, desde el escenario los músicos solo acertaban a sonreír y a mirarse entre ellos, había magia en aquel lugar. Sorprendentemente tras A Question Isn’t Answered llegó Ankh, un tema que no entró en el LP, pero que no por ello es de menor calidad que el resto de piezas, Ankh debe ser una de las mejores caras b de los últimos tiempos. La quinta canción fue Golden Throne, que tuvo un ligero efecto anestésico entre el público, pero muy ligero, en aquel momento me sacaron a una persona por encima, la primera de tres, algo que no me pasaba desde el FIB de 2011. Move With The Season tomó el relevo y pese a lo que pueda parecer aceleró más a la gente, los mancunianos van a muerte sea el concierto que sea, y parece ser que no solo consumen drogas en los festivales veraniegos, God Save UK. Y es que está bien dejar a un lado el snobismo hindi que gobierna en las salas españolas, y disfrutar de un concierto a lo grande, y no me refiero a que haya que consumir drogas, si no a que no pasa nada por saltar, gritar y pasarlo bien. Keep In The Dark, pese al nombre, empezó a mostrarme la luz, reconozco que no es mi tema favorito de la banda, pero en el directo consiguieron darle un aire especial a la canción, un aire que me hizo ver que estaba ante un concierto épico, que nada tenía que ver con ciertos comentarios, y con esos vídeos de Youtube grabados por Michael J. Fox. Los Temples estaban dando espectáculo, de repente todo cobraba sentido, tanto sentido que me han hecho sentir justo lo que la banda quiere, que la música sea una experiencia cinematográfica. Sand Dance (ese ritmillo oriental es tan adictivo que te obliga a tararear) y Shelter Song ahondaron en ese concepto, la melodía principal es el argumento de la película de las canciones de los Temples, y los añadidos a base de teclado y pedales son la propia banda sonora. ¿Tiene esto sentido? Todo el sentido del mundo si eres un enamorado de la psicodelia, los efectos acrecientan las sensaciones que transmite la melodía principal, como esa música que suena en las pelis de miedo justo antes de llevarte un susto. Esos añadidos multiplican las sensaciones que producen sus temas. Lo peor de todo es que Shelter Song había sido anunciada como la última canción por James, llevaban tan solo nueve temas, aquello había sido muy corto. El clamor popular hizo que la banda volviese al escenario y tocase un tema que en directo es un himno: Mesmerise. La gente tarareaba la melodía como si fuese el Seven Nation Army de los White Stripes, y los Temples alargaron el tema para que el disfrute fuese absoluto. Además, para calmar a las fieras que había allí, el alargue del tema permitió que el ritmo se tornase decreciente, y que lo que empezó como un tema épico, acabase con minutos de instrumental y de forma lenta. Ahí sí, los Temples se fueron para dentro tal y como habían salido, tan solo habían tocado diez canciones de las quince que tienen, pero había valido la pena, vaya que si lo había hecho.
El concierto fue un espectáculo, jamás en mi vida me habían sacado a tres personas por encima en una sala, nunca me habían caído cervezas encima en marzo, en ciertos momentos la locura fue absoluta, aún me duele el brazo izquierdo de agarrarme a la valla para que no me tragase la marea, pero que me quiten lo bailado. El día uno de marzo renové mis votos de fidelidad con los Temples, con directos así la vida puede ser maravillosa.