Ladridos underground: Perro en la sala Siroco

 

La noche parecía ser consciente de la que se avecinaba y cumplió con los pronósticos metereológicos. Ni una gota de agua y una temperatura más que aceptable. Es más, aunque hubiéramos estado a menos diez grados, el caldeado ambiente hubiera hecho que los termómetros ascendieran considerablemente. Perro había colgado el cartel de sold out dos días antes de la cita y, visto lo visto, será el primero de muchas (esperamos) visitas a Madrid.

 

Puntual a la cita, llegando desde San Bernardo, y girando a mano derecha, cual es mi sorpresa al ver una fila de hormiguitas obreras en su día festivo ansiosas por mover las caderas. Posicionándome como la última de ellas, esperé pacientemente a que fueran pasando y ubicándose las demás. Las escaleras fueron mis aliadas y desde la altura pude seguir el concierto canción a canción. Ni un alfiler anoréxico cabía entre el público allí presente. Calvas, barbas e iluminados por los focos desconocían que entre ellos se encontraban sendos dobles de Tarantino y Ted Mosby. De paraguas amarillos no supe nada. La plaza estaba abarrotada y el ambiente festivo se palpaba cuando a las 22:20 aparecieron Perro en escena.

Rara vez acostumbro a tomar nota de cada tema en mi libreta (libreta que causa la sorpresa de algún que otro espectador) pero la intuición me decía que era necesario quedarse con el playlist. El ambiente me mandaba señales. O quizás fue la camiseta de Guille. Al igual que en su reciente disco, Tiene bacalao, tiene melodía, empezaron con Gran Ejemplo de Juventud, tema que dio paso a uno de los momentos tenso-cómicos de la noche (Guille, un showman de barrio) al romperse una cuerda del bajo y darle a la improvisación hasta repararse. Después de esto, y por si había algún reparo, el público ya estaba totalmente entregado a ellos. Público que, por cierto, dejó a un lado las grabaciones telefónicas para ser parte del concierto. Dime qué público acude a tus actuaciones y te diré qué músico eres. Hacía tiempo que no veía tan poca pose y tanto disfrute tanto encima del escenario como en el foso. Después llegaron ¡Viva el Porras!, cuyo estribillo fue coreado por los presentes, y Bicicleta, uno de sus primeros himnos. Jaleados por los parroquianos, festejando cada tema como si de la última canción de una verbena estival se tratase, se reconvirtieron en perro-(much)achos-orquesta (sobre todo Aarón) frente a guitarras, bajos, teclados y percusión. Incluso Adrián, el chico responsable, se desquitó con Calculadora Troglodita. Sólo Fran se quedó con su batería (y sin saber nosotros si llevaba mallas). Popera, Camiseta, El Ecco y Equisito, Chino, Tío, Catán, Larry no come, La Reina de Inglaterra, Naciones Unidas, Marlotina y Paco Fiestas se sumaron a la fiesta. La fiesta que montaron cuatro tipos que simplemente se dedican a hacer lo que les gusta. Mucho cachondeo y muchas ganas de pasárselo bien.

 

Un concierto para el recuerdo de un grupo, los murcianos Perro, al que le esperan muchos éxitos. Esto es solo el principio pero ya puedo decir que el 31 de enero de 2014 ví al Ampelmann berlinés mover la cabeza al ritmo de Marlotina. Eso y que todos salimos pensando que nuestra abuela era la reina de Inglaterra. 

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