El sábado 30 de enero Ángel Stanich y su magnífica banda se enfrentaban a una plaza mucho más dura de lo habitual, el Auditorio de la Universidad Carlos III de Leganés. El rock sureño de Stanich y los suyos acabó con toda la solemnidad del recinto haciéndonos sudar y bailar durante casi dos horas de concierto.


Ángel Stanich irrumpía en el escenario como si de un vaquero del lejano oeste se tratase; guitarra al hombro, voz castigada por los excesos y el rock en la punta de los dedos, esas son sus armas predilectas. Dispara canciones siempre certeras, como fue ese “Amanecer caníbal” que arrancaba pausado para subir de intensidad con la llegada de la Stanich Band, que imprimiendo la electricidad necesaria aumentó el pulso hasta convertir el auditorio en un  mar de cabezas y pies inquietos que se dejaban llevar por los frenéticos ritmos.

Desde el primer corte de la noche Stanich supo convertir con maestría la sobriedad del auditorio de Leganés en nuevo templo del rock sureño, a cada acorde la temperatura aumentaba, el polvo comenzaba a arremolinarse a nuestros pies y el tabaco se mascaba. No hay escenario que este barbudo no pueda manejar a su antojo, de pequeñas salas a los festivales nacionales más granados, en acústico o eléctrico, no hay escollo del que Ángel no salga impune a base de talento y actitud.

Cada nueva canción era recibida por el público como un tiro a los pies que por tan solo un milímetro no te volaba los dedos, y aun así, con los zapatos impregnados en pólvora, no podía contener los bailes. Las butacas pasaron de ser cómodas a todo un estorbo, y hasta el más cortado movió la cadera al son de “Camino ácido” ese tema que te mordisquea por dentro hasta que su incansable cadencia termina por hacerse dueña de todo el que se le pone por delante.

Sobre el escenario la temperatura continuaba ascendiendo, Jave (Idealipsticks), invitado de honor una noche más, tomaba las riendas del teclado cuando la canción lo requería. La Stanich Band arropa la lírica del hirsuto compositor como pocas bandas, haciéndonos disfrutar de las largas instrumentaciones a cargo de Víctor L. Pescador, que se contorsiona al ritmo de su guitarra eléctrica. Las miradas cómplices y las sonrisas que cruzaban el escenario hacían patente que Stanich ha logrado reunir a grandes músicos dispuestos a brindar su instrumento y lo mejor de sí mismos al de Santander.



Ángel Stanich

Con tan solo un disco en el mercado, Camino ácido (2014) y un LP que ha terminado de convencer a público y crítica, Cuatro Truenos Cayeron (2015) Stanich se desenvuelve con absoluta pericia sobre el escenario, atreviéndose incluso a revisar el clásico “Hey hey my my” del gran Neil Young (con el que compartirá escenario en el Mad Cool) en castellano; pero  las covers no terminaron ahí, Stanich quiso empapar la noche de psicodelia recordando a Donovan y su “Hurdy Gurdy Man”.

Con “Carbura!” Stanich y sus secuaces daban paso al momento de los bonus tracks, era el turno de sacar a pasear la artillería pesada que atesora su Camino Ácido (2014). El público agolpado en la primera fila se preparaba para dejarse la garganta en los últimos temas y sí, Stanich disparó y acertó de pleno, con “Mezcalito” y “El río” dijo adiós a su público.

Pasadas las horas las guitarras áridas aún resonaban con fuerza en mi subconsciente y es que  un concierto con una energía tan abrumadora es difícil de olvidar.

Ángel Stanich



Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *