¿Qué pasa cuando un huracán y un pequeño poblado se cruzan? Pues eso fue lo que sucedió la noche del lunes con el grupo noruego Kakkmaddafakka y la acogedora sala Fanatic. Se les hizo pequeño el escenario, literalmente, y es que este grupo de cinco, ocho en los directos, se luce y disfruta más sobre terrenos más amplios. También es que quizás su dinamismo sobre el escenario hace que parezca más pequeño de lo que es. No paran de moverse, saltar y animar, y sólo redujeron una marcha para tocar los temas más tranquilos del último disco.
El concierto, su primera visita a la capital andaluza, motivo de presentación de su último disco Six Months is a Long Time (2013), fue un despliegue de todo su potencial en hora y media de show en el que tocaron prácticamente todos los cortes de éste y su anterior LP Hest (2011). Se mostraron muy agradecidos con el público por su “sold out”, motivo del cambio de sala, aunque no excesivamente comunicativos. La acústica, impecable.
Comenzaron desfilando uno a uno, como suele ser habitual en sus conciertos, por la pasarela elevada de la Sala Fanatic, un front más que backstage que les dio mucho juego durante todo el concierto. Apareció el primero uno de sus coristas desplegando la enorme bandera con el logo de la banda y tras él, Kristoff, el batería, empezó tocando para dar paso al resto, chelo, teclado, bajo, y, finalmente, el guitarra y frontman, que en esta banda es una figura más difusa y repartida que en el resto de grupos.
Calentaron muy bien al público mezclando sus temas más conocidos y movidos con los más tranquilos del disco que venían a presentar. La sala coreó ‘Restless‘, ‘Your girl‘, ‘Touching‘ y la nueva ‘Young‘, entre otros hits bailables y los despeinados noruegos lo agradecieron. Los coristas ejecutaban sus precisas coreografías para entretener al que pudiera verles (en una esquina tras los amplis estaban más escondidos de lo habitual) y el teclista se desprendía de la ropa mientras daba saltos en el asiento. Con tanta revolución al final la sala parecía vacía, y es que todo el mundo acabó agolpado en el centro frente al escenario, cantando y saltando.
Tras el tranquilo piano de Jonas en la bonita ‘All about you‘ se despidieron, pero el descanso le duró poco a Stian. El bajista, en el espectacular preámbulo al regreso de la banda para el bis, se colgó la guitarra acústica y sólo sobre el escenario nos deleitó con ‘Saviour‘, el otro corte más lento del disco. Mientras, en la pasarela elevada hacia el frontstage, esperaba Axel fumándose un cigarrillo mientras observaba a su compañero tocar y su hermano Pål, el chelista, cantaba el tema para sí mismo. Se ve que disfrutan con esto y por eso hacen disfrutar al público. Al término de ‘Saviour‘ volvieron a bajar todos y a ponernos las pilas con ‘Is she‘ y ‘Forever Alone‘. Y para terminar, la última sorpresa de la noche. El percusionista, Lars, salió de las sombras para, tras empapar a las primeras filas de agua con su melena, demostrar su manejo del castellano cuando se puso a cantar el clásico noventero ‘Bailando‘ de Paradisio. Sorprendidos no pudimos hacer otra cosa que bailar y reír. Diciendo adiós, tocaron su último tema ‘Drø Sø‘ y se despidieron con mucho cariño de Sevilla mientras ya sonaba de fondo ‘The Best‘ de la gran Tina Turner. Y otra vez desfilaron por la pasarela para alargar una despedida que hubiéramos deseado más larga todavía.
Y es que cuando uno no para de sonreír desde el inicio hasta el final, es síntoma de que ha sido un gran concierto.
Texto: Eder Fernández
Fotos: Gabriel Rodríguez Calvo
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