Texto: Lolo Albarn (@lologoza)
Fotografías: Carlota Clavería
Mientras Ty Segall destrozaba zapatillas en otro rincón de la ciudad, James Vincent McMorrow decidió centrarse en destruir corazones en la siempre acogedora Joy Eslava, que se convirtió en el espacio idóneo para degustar su música. El irlandés y su banda vinieron a Madrid de la mano de Cooncert, un proyecto innovador que va creciendo día a día y que ya es toda una realidad gracias al apoyo de los fans, que actúan como micropromotores; y al trabajo de su equipo, encargado de hacer realidad las propuestas más viables económicamente y con más apoyo popular.
La música de James Vincent McMorrow está construida sobre su falsete semidesnudo, que durante cada canción es arropado poco a poco por las bases programadas, la voz femenina de apoyo, el teclado, y las baterías (tradicional y electrónica); para acabar edificando inspiradas atmósferas que recuerdan al mejor Bon Iver con reminiscencias de Iron & Wine o James Blake. A medio camino entre el folk de autor y el art pop, McMorrow ha demostrado en tan sólo dos discos que es una de las estrellas emergentes a tener en cuenta en la siempre difícil escena folk. Con Post tropical, su último disco, demuestra que Early in the morning no fue una mera anécdota, y que está aquí para quedarse. Además, su nuevo trabajo gana en madurez, tablas, y ambición, tras ingredientes indispensables en la indescifrable fórmula del éxito.
Esta ambición está presente en la puesta en escena de esta gira, en contraposición con la sobriedad de su última visita a Madrid en el Día de la Música, en el que sólo actúo acompañado de su guitarra. El nuevo montaje, basado en las formas geométricas y en los colores suaves, dota al show de un extra de profundidad, añadiendo una capa sensorial más a la propuesta, que respalda a la perfección el talento de McMorrow. Con todos estos elementos, el concierto se convirtió en un viaje por el firmamento del folk cósmico del irlandés, que empezó con “The lakes” y acabó con “If I had a boat”, la canción que abre su primer trabajo de larga duración.
Uno de los momentos del concierto fue la magnífica “Higher love”, quizás la canción bandera de James Vincent, que interpretó acompañado solamente su piano, lo que elevó la solemnidad del instante. Como he dicho al principio, McMorrow se propuso desde el principio romper corazones, o por lo menos robárnoslos, y que mejor pieza que “Breaking hearts”, más cercana a la canción americana que a las atmósferas, con la que nos maravilló con su inmediatez y sinceridad, y acabó con el público ejerciendo de coro cantando aquello de: “See, I’ve been breaking hearts for far too long, loving you for far too long, marking plans now for far too long”.
El final del concierto, con permiso de los bises, estuvo marcado por la épica de tres canciones como “We don’t eat”, “Gold” y “Cavalier”, que sustentadas por unos visuales de fuegos artificiales y explosiones desataron las pocas emociones que quedaban por desatar en la sala, en la que ya reinaba un halo de silencio sepulcral que embelleció más si cabe el concierto.
En resumen, una velada perfecta, uno de esos días en los que sales del concierto pensando que dentro de unos años podrás decir: “yo estuve allí, James Vincent McMorrow me robó el corazón en 2014, en la Joy Eslava”