Ginger Baker es un baterista de jazz. Que el rock y el blues le lanzaron a la fama, es un hecho. Pero de toda su carrera como músico, salvo estos (escuetos) años en los que grabó sobre todo con Cream y Blind Faith, ha estado involucrado de una u otra forma con el jazz y sus posibles fusiones. Y nada más.

Que se le ha considerado un cascarrabias, y que ayer nos tuvo a todos esperando que soltara alguna de las suyas, también es un hecho. Pero la verdad, nada más lejos de la realidad. La de ayer, fue una ocasión para ver en escena a una leyenda a la que la música le ha devuelto a la vida en más de una ocasión. Algo tendrá aún que decir. Si en su trayectoria por el escenario hasta su banqueta, pareciera que su alma se le fuera a escapar allí mismo, cuando se sienta y amarra sus baquetas, da la sensación de que aún le quedan muchas vidas por vivir. Enchufa su polo positivo a una baqueta, y el negativo a la otra; y la energía empieza a fluir. Y nada más.

 “Una banda es tan buena como su batería; si suena bien, el resto, también”

El maestro de ceremonias fue José Miguel López (Discópolis), quien más que presentar al Sr. Baker, quiso dejar claro que no estábamos allí para escuchar rock. Aparecieron los cuatro miembros y sin pestañear empezaron con “Footprints”, quizá la pieza más corta de la noche.

Acto seguido, tocaba la presentación del grupo.

  • Pepe Wee Ellis, al saxo tenor. Director musical de James Brown y Van Morrison (ahí es nada).
  • Alec DankWorth, al bajo y contrabajo. Ganador del British Jazz Awards ha trabajado con artistas como Stephanne GrappelliAbdullah Ibrahim, Van Morrison y The Dave Brubeck Quartet. Del que dijo Baker que era el mejor bajista con el que había trabajo nunca (recadito para Jack Bruce).
  • Abass Nii Dodoo, a la percusión. De origen ghanés y familia de percusionistas, empezó a tocar desde los 6 años. Profesor desde hace más de 30 años en programas educativos y con gran conocimiento del patrimonio cultural africano. Ha formado parte de formaciones como The Royal Obonu Drummers.

Tras este inciso, volvieron con “12+ More Blues“, “Ginger Space” y “Aïn Temouchent“; entre las cuales la tos, achaques y demás síntomas de senectud se presentaban encogiendo el aliento hasta de sus acompañantes. Por eso, tras estos cuatro temas, Ginger se levantó, se apoyó en su báculo Dodoo, y desaparecieron entre bambalinas. Era su peculiar intermedio entre actos. Las luces del teatro se encendieron. Y nada más.

Volvieron con “Cyrill Davies“, “St. Thomas“, “Aiko Biaye“, y de nuevo desapareció exhausto unos minutos.

A su vuelta, que intuyo que más de uno temía que no hubiera, soltó un speech sobre las pérdidas que ha sufrido en su vida: “Lo he perdido todo varias veces en mi vida y pienso una sola pregunta: ¿Por qué?”. Empezaba su último tema, el que da nombre al LP. “Why?”.

 

Era el Teatro Lara. Era Ginger Baker. Era jazz. No se puede decir nada más.

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