El jueves se celebraba en Madrid el decimoquinto aniversario de Ticketmaster. Ahí es nada. Quince añitos, bendita juventud. La sala elegida para tal evento fue la céntrica Joy Eslava, teatro de nacimiento aunque muchos crean que sólo es fuente de fiestas nocturnas de guiris y universitarios. En el cartel, Fuckaine y Dum Dum Girls daban pistoletazo al juernes de los pecados.
Sintiéndonos very important people nos colamos en la fiesta por la puerta grande mientras la plebe esperaba en la de servicio. Tras pasar la primera aduana, el siguiente paso era driblar el photocall de la gente guapa para conseguir una buena posición dentro del pogo. Primeras filas nuestra obsesión. Meta conseguida. Con una puntualidad (casi) británica apareció en escena Fuckaine, grupo de la escena emergente madrileña fichado en anteriores ocasiones. Cuarteto de tintes shoegazes-punk-grunge de difícil definición (en el sentido más amplio de la palabra). Vestidos ajustados y medidas perfectas. Afectación e indiferencia. Pegatinas de corte infantil decorando guitarras. Speedicos. Tatuajes de Space Invaders. Ruidosos. Pantalones estratégicamente rasgados. Indefinibles. El extraño parecido con Ted Mosby. Una de las hermanas Llanos andaba por ahí moviendo cabeza. Ustedes mismos.
La sala, a medio gas hasta entonces, iba poco a poco siendo ocupada por una masa de lo más variopinta mientras el disc jockey de turno amenizaba con estilos musicales igual de dispares. Clásicos y ultramodernos. A Kiko Rivera le dejaron en la puerta en esta ocasión. Y entonces llegaron ellas. Dum Dum Girls y amigo. Las miradas del patio de butacas y de los palcos se centraron en esas diosas que a una le hacen incluso replantearse ciertas cosas. A más de uno de los presentes le daría algún vahído al comprobar las leyes de la naturaleza de su cantante. Salieron, tocaron su último trabajo, Too True, y repartieron desdén y morbo por doquier. Aunque siempre se les pide un paso más, conscientes de su valía, hay que reconocer que saben vender su producto a la perfección con una actitud de se mira pero no se toca y con la conciencia de saberse deseadas. La cadencia perenne del movimiento de cadera, el corte justo de la vestimenta o el apego por el micrófono dejaron salivando a unos cuantos. A pesar del furor interno, el concierto fue frío y en algunos momentos parecía que hubiera un velo que hiciera imposible llegar plenamente a quienes tan entregados se encontraban allí. La actuación fue in crescendo pero no fue suficiente para que terminaran de engrasar. Lo cual no quita para momentos estelares como la interpretación de ‘Coming Down’ en los bises o hits como ‘Bedroom Eyes’ o ‘Lost Boys and Girls Club’. Al bajo hay que darle más importancia, chicas. Eso y dejar a un lado la pose.
FotoS: Aída Cordero. Más aquí.