Crónica de la primera jornada del Festival Gigante de Guadalajara. Viernes santo donde destacaron las actuaciones de Zahara, Eskorzo, Nunatak y Gole Yaika.


Volver a empezar otra vez.

Volver a currar con depresiones.

Esta versión libre del mítico anuncio de una conocida multinacional será la banda sonora que perturbe a todos aquellos que vuelven de sus siempre pequeñas vacaciones y retoman su rutina laboral. Sin embargo, el hilo musical que llevarán durante semanas en su mente las 15.000 personas que acudieron a la cuarta edición del Festival Gigante de Guadalajara será bien diferente. Diferente y con un toque femenino en una edición donde las voces de las féminas fueron las protagonistas.  Los pasados días 2 y 3 de septiembre el estadio municipal de Fuente de la Niña volvió a ser el lugar de operaciones de uno de los festivales emergentes que se está erigiendo, año tras año, en una de las ofertas más interesantes para paisanos y vecinos de Madrid con las que terminar el período musical estival.

Fieles a la cita nos plantamos en Guadalajara desde primera hora de la tarde. Oportuna hora para aprovechar el incisivo sol y colorear nuestros hombros. Debido a los atascos típicos de viernes, solo pudimos escuchar la potente apuesta por el rock sin aspavientos de Kurt Baker según nos acercábamos a las inmediaciones del estadio. Una vez pasado el control de entrada, pudimos disfrutar de la frescura de los madrileños Gole Yaika, quienes se esmeraban en arrancar a bailar a la veintena de seguidores que había decidido apostar por ellos desde primera hora con temas como ‘Euforia’ o ‘Ínfimo’. Sólo fueron dos canciones (gracias por la dedicatoria), pero suficientes para corroborar que cada directo les hace más potentes. Quizá será que la fuerza les acompaña.

Aprovechamos la hora feliz de Sandevid (de quien no nos separaríamos en las dos jornadas) y tinto en mano movimos nuestros panderos hacia la zona central: dos escenarios enfrentados, Gigante y Supersubmarina, que nunca pisarían sus actuaciones mientras que en la zona lateral y de restauración el escenario Coca-Cola disfrutaría de una mayor independencia. Para nuestra sorpresa, no había rastro de foso. Los fotógrafos debieron de pasarlo mal en los conciertos de última hora donde el aforo se encontraba hasta los topes. Mientras, Jacobo Serra se ofrecía a un público en la hierba calmado por los temas de sus Don’t Give Up y su reciente Icebergs. Wainwright sin terciopelo ni maneras de diva operística. El cantante manchego fue el primero en recordar a Supersubmarina, quienes estarían presentes durante toda la jornada en los parlamentos de los artistas presentes. Fue tras su actuación cuando la posibilidad de la clonación instantánea hubiera sido la solución perfecta para no perder ripio de lo que ocurriera en cada escenario. A falta de ello, sólo quedó tomar soluciones salomónicas y pulular en más de una ocasión de escenario en escenario.

Algún que otro fotógrafo comenzó su danza de la lluvia con los flashes y nuestras figuras. Será un personaje secundario que seguirá apareciendo en el relato de manera recurrente. Aunque no hubiera photocall nos sentimos estrellas durante unos minutos y, por si fuera poco, la televisión local también se fijo en la camiseta verde escotada. Mamá, le estaba guardando el mini a una amiga. Con estricta puntualidad comenzaban los murcianos Nunatak en el escenario Gigante. Las lagartijas éramos pocas pero felices mientras los murcianos sacaban su mejor artillería aún sufriendo el calor de las horas. Son buenos. Lo saben. Y nosotros también. Los más blanditos no tuvieron más remedio que salir de su letargo a la sombra del control técnico y unirse a la traca final encendida con su versión de ‘Me colé en una fiesta’ de Mecano. Agradecido el público con el folk épico de unos Nunatak que se entregaron como pocos sobre el caldeado escenario con excelsas interpretaciones de temas como ‘El Grito’, ‘No Volveré a Verte’ o la coreada ‘Después de Todo’. Dimos media vuelta hasta darnos de bruces con Nudozurdo en una tarde que iba tiñéndose de añil sobre el escenario Supersubmarina. En contraposición con la luminosidad de Nunatak, los madrileños ofrecieron la cara más oscura del rock en la que no podíamos más que dar gracias por esa mágica contraposición de estilos. Un público entregado e imantado con el sobrio repaso que Nudozurdo hizo a sus cuatro discos publicados donde no faltaron temas como ‘El Grito’, ‘Mil Espejos’ o ‘El Hijo de Dios’. Pese a sus coqueteos con los sonidos electrónicos de regusto ochentero, siguen ofreciendo un directo atronador que más que calmar la sed, hace que una eche en falta nuevo material. Desde aquí suscribo la petición de una colaboración con El Columpio Asesino. Tras ellos decidimos que Egon Soda se dejase querer por sus acérrimos en el escenario Gigante mientras nosotras realizábamos un break en la zona de restauración. Mejor imposible ya que aprovechamos para alegrarnos el oído con los últimos compases del directo de Joan Queralt y comprobar en primera persona que el fenómeno Mechanismo era como nos habían comentado. Virtuosos, técnicamente perfectos y con un sonido redondo no hicieron más que certificar que The Forlorn Hope es uno de los discos del año.

Con nuestro estómago lleno le llegó el turno a La Habitación Roja quienes me hicieron recordar que ya han pasado once años desde que les descubriera con ‘El eje del mal’. Parece mentira pero los valencianos ya llevan un par de décadas sobre los escenarios. Repertorio no les faltó, igual que no fue necesario mucho jaleo para que Jorge se marcara unos bailes en su regenerado sonido. Experimentados y contundentes, tintaron de melancolía la noche alcarreña ante maduritos talluditos, parejas que se conocieron en sus primeros conciertos y modernos en continua búsqueda del sonido de Los Planetas con temas como ‘La moneda en el aire’ o ‘Ayer’. La Habitación Roja envejece como el buen vino llevando el desamor a ritmos más bailables y haciendo danzar a propios y extraños con su último discos con hit veraniegos como ‘You Gotta Be Cool’ o ‘Nuestro Momento’ dignos de unos poliédricos Fangoria. Nuestro fotógrafo continuaba ejerciendo de paparazzi personalizado pese a nuestra búsqueda de vías de escape. Ni la oscuridad de la noche le cejaba en su intento de captar nuestro mejor perfil. A continuación, cogimos posiciones entre la marea de seguidores que esperaba el inicio de Zahara. No estaba Yola Berrocal entre el público. Imaginamos que tampoco estarían Sonia Monroy ni las demás Sex Bomb, pero no se las echó en falta. Santa Zahara presentó una actuación en la que despachó por igual tanto a sus temas de iniciación como a su beatificado último disco. Desde sus inicios en la música con el rock duro, pasando por el recorrido de salas de autor hasta el pop comercial bien entendido (inexplicablemente, parece que la palabra pop da dentera a los ‘entendidos’), Zahara ha demostrado que es una camaleón de la escena, una voz que va más allá de las precisas radiografías emocionales que imprime en cada una de sus canciones. De ‘Merezco’ a ‘El deshielo’. De ‘Con las ganas’ a ‘Crash’. La jienense se dio un festín junto con su mayúscula banda y un público que rompimos a bailar ‘Caída Libre’ como si de un videoclip de para para se tratase. Zahara siempre especial, siempre agradecida.

De nuevo dimos un giro de 180 grados para formar parte de los reunidos para ver a Sidonie. Llegaron de rebote al Festival Gigante tras el jodido accidente que sufrieron Supersubmarina cuando volvían de su actuación en el Medusa Sunbeach de Cullera, por lo que quisieron hacer del concierto una fiesta como la que los jienenses hubieran querido que fuera (sic). Marc y compañía se dejaron voz y piel sobre el escenario recordando los viejos amores de ‘Sierra y Canadá’, los calores de ‘El Incendio’ o sus pasadas vacaciones en ‘La Costa Azul’. ‘Fascinado’ sigue sonando tan yé-yé como siempre pese al sonido metálico que se mantuvo durante toda la actuación y el interruptus al final de ‘A mil años luz’ no quitó brillo de uno de los mejores temas de El bosque, por el que también nos perdimos durante tres minutos al meternos por unas nuevas ‘Carreteras Infinitas’. Jorge Martí subió al escenario para ser protagonista de uno de las interpretaciones más emotivas del Festival Gigante: el momento en el que él y Marc cantaron a dúo ‘Viento de cara’ como homenaje a Supersubmarina. Una emotiva interpretación que consiguió evitar que fuese ‘Un día de mierda’. Sidonie siempre en mi equipo.

En nuestra anterior visita a la zona de restauración, las mesas de merendero aún seguían impolutas. Nada que ver con el segundo viaje. Los españoles tendemos a tener ciertas carencias con eso de mantener limpio lo que no se encuentra dentro de nuestros límites domésticos. Con el paso de las horas las mesas fueron invadidas por cartones, servilletas usadas y restos de kebab. ¡Festival Gigante recicla, pero ha de ser un trabajo entre todos! Se echaron en falta un mayor número de contenedores en los que depositar la propia basura y no tener que esperar a que llegue el responsable de turno. Volvimos a coger aire en el escenario Coca-Cola con la actuación de The Great Barrier. Rock con claras influencias folk. Suave como la seda gracias a la particular voz de su cantante. Habrá que seguirles de cerca. Entre tema y tema se presentía el rumor garrapatero de la fiesta que se estaba armando en el escenario Gigante por parte de La Gran Pegatina. Llegamos a los bises, que ralentizaron el perfecto cronometraje que se estaba llevando durante toda la jornada festivalera. No faltó el hijo de Mari Carmen, las raves ni su ‘Lloverá y yo veré’ ni, ojo, una versión sui generis de ‘Mi gran noche’. ¡Raphael también se unió al revival del Festival Gigante! Mientras llegaba el turno de Eskorzo, fuimos testigos del ocaso de Thor: barba y pelambrera rubia kilométrica, camiseta de Los Lakers y volantazos corporales que desembocaron en caídas varias, sujeciones a barras de metal o manías persecutorias. Amig@s, cuidado con lo que tomáis o seréis pasto de los pogos. Eskorzo lleva años de carretera tras sus espaldas y saben perfectamente como llevarte a su terreno. Cirios encendidos sobre el escenario, percusión y trompeta como esqueleto musical y un mestizaje con el que no podrás decir que no a su viaje por el Camino de Fuego. La rumba, el ska, el reggae e incluso el tango y el pasodoble se dieron la mano en una fiesta que no tuvo tiempo para los medios tiempos. ¡Incluso Lorca quiso acercarse! Cigarritos de la risa con los que combatir la ineptitud política y bailoteos a ritmo de su ‘Mambo Zombi’ y su ‘Amenaza Fantasma’. Más que recomendados para limpiar cuerpo y mente. Eskorzo, no penséis mal (o no).

Después de diez horas de jornada intensiva, decidimos que era momento de descansar y volver a Madrid para preparar el segundo día del Festival Gigante. New Pull derrochaban energía sobre el escenario Coca-Cola (para aquellos que no les conozcan, echarles una escucha porque os merecerá mucho la pena) mientras, La Maravillosa Orquesta del Alcohol iniciaba sus declamas de himnos rock-folk para juventudes ávidas de un director de carrera vital. ¡Mañana más y mejor!

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