Éxito de grupos y público en el En Órbita, el festival de la primavera granadina, donde la nueva ubicación, el buen tiempo y las apuestas por un modelo de evento intermedio y la gente de casa, dejan un notable muy alto en las actas finales de un sábado pletórico.
La virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, según versa la filosofía de Aristóteles, y en ese término centró su objetivo la organización del En Órbita hasta convertirlo en consecuencia de éxito. La experiencia , una vez concluido el festival hay que catalogarla de notable alto, dejando para el final de la crónica la razón de por qué se rozó la excelencia, sin conseguirla.
La apuesta estaba clara desde el principio. Los organizadores no se escondieron ases bajo la manga desde que, con mucha antelación, diseñaron cartel, fecha y cambio de localización (de la Plaza de toros de la primera edición, a las instalaciones de Fermasa -Feria de Muestras de Granada-, con el doble de capacidad en esta ocasión). Jugar la baza de la primavera granadina, la de una sola jornada -eso sí, intensiva- y la de la gente de casa (producto nacional y en gran medida autóctono), era una mano tendente muy clara por un all in en toda regla. Y, sin duda, vivido lo vivido, esa apuesta era la ganadora.
El arranque del evento, sin embargo, no fue prometedor. Los granadinos Toulouse, que abrían cartel, comenzaron su actuación con casi media hora de retraso, tras postergarse en exceso la apertura de puertas, con bastante cola en las mismas desde antes de las dos de la tarde. Esa contingencia se fue acumulando a lo largo de la tarde y la noche, sin terminar de ser un hándicap excesivo, salvo para ciertos grupos del escenario emergente, que sí vieron cómo sus bolos se solapaban con los del escenario principal más de lo que hubiesen deseado.
Grandes actuaciones de Viva Suecia y Quique González, con Los Detectives, en una tarde en la que el ambiente fue caldeándose hasta llegar al lleno y la fiesta total con Varry Brava.
Tras una actuación breve -quizá algo más de lo que suponíamos los que nos habíamos acercado a primera hora para verlos- de los granadinos y de los inconvenientes típicos de abrir plaza (dificultades iniciales para justar un sonido preparado para otro cuórum, escaso ambiente inicial…), Toulouse nos dejó buen regusto y con ganas de más en una sala, en la que puedan desarrollar su potencial, que tras su tercer disco (Montemarte, 2017) dejan bien claro que es de muy altos vuelos. Pop de quilates, no exento de letras que van más allá del estribillo pegadizo y el ripio fácil. Grupo a seguir, sin duda, y si es posible, a una mejor hora y con mejores circunstancias. En esa tesitura lo más probable es que lleguen muy dentro al personal.
Con el retrogusto que nos dejaron Josen y compañía, llegó el primer plato fuerte del día, curiosamente a la hora de comer. Bueno, de comer tarde; eso sí. Viva Suecia están en forma. Les da igual hora, lugar y público. Salen a por todas, se sienten cómodos con su estilo y su setlist, y no dudan en brindar al respetable dosis insondables de emociones con formas, texturas y contenidos mayúsculos. Los murcianos con su segundo disco (Otros principios fundamentales, 2017) no han hecho sino que confirmar lo que ya habíamos intuido en su inicial largo (La fuerza mayor, 2016), que aparte de sus reminiscencias Planetarias, y por motivos obvios, Neumanianas, estamos ante un grupo de hechuras mayores, de sonido impecable. Cuentan ya con un buen puñado de hits, que funcionan muy bien en directo (‘Bien por ti’, ‘Los años’, ‘La novena vez’ y ‘Permiso perdón’, de su primer trabajo; o ‘Hemos ganado tiempo’, ‘Piedad’, ‘A dónde ir’, ‘El nudo y la esperanza’, del presente disco…. solo por citar algunos de los que sonaron el sábado), tienen una actitud impoluta y por encima de todo, cuentan con una virtud indefectible entre los grandes, emocionan.
El siguiente en aparecer en las tablas granadinas era Amatria. El público seguía accediendo al recinto y el escenario principal presentaba ya un aspecto magnífico. Había ganas de ver a Joni Antequera, no muy prolífico por el sur, y de bailar al son de su electrónica a través de melodías pop. A pesar de llevar un par de años sin temas nuevos, el manchego sí es muy activo en su vis Amatria Disuelve, la versión DJ/producer del mismo, lo que le hace estar muy en forma encima del escenario. Dicho y hecho. Desde el minuto uno se metió a la gente en el bolsillo. Sonaron la mayor parte de los temas de su último trabajo, el homónimo Amatria (2015), y su excelente versión de la ‘Copa de Europa’ de Los Planetas, destacada por el artista por su presencia en tierras granadinas. Una evidencia, que no obstante, resultó ignorada por la turba. Una lástima que estos detalles pasen de puntillas, desapercibidos y maltratados. Pero seamos realistas, la gran mayoría de la gente que acude a grandes festivales, hoy día, de música va justita.
El recinto de Fermasa estaba ya a tope. El sol estaba en todo lo alto y el bullicio y las colas se agolpaban en torno a las lentas zonas de ventas de tockens y lo que empezaban a intuirse escasos baños. Eran más de las cuatro de la tarde y Varry Brava cogía el testigo de Amatria, terminando por caldear el ambiente. ‘Sonia y Selena’, ‘No gires’ o ‘Fantasmas’ hicieron las delicias de un público, que a esas alturas estaba ya entregado en cuerpo, alma y cerveza al festival. Mucho baile y diversión con los Varry, esta vez sin plantas (ni de interior, ni de exterior), pero con toda la energía que les caracteriza. Y la gente, tan encantada.
Finalizamos esta primera parte de la crónica del En Órbita con un grande, Quique González. En esta ocasión, acompañado por Los Detectives, la banda que le acompaña desde el pasado curso. Tras rendir cumplida pleitesía al decimoquinto aniversario de Salitre, Quique vuelve a girar este año, y lo hace en torno a Me mata que me necesites, grabado con Los Detectives el año pasado; un disco que representa su décimo álbum oficial.
Quique González aparecía como el contrapunto de estilo en un festival (al menos en el escenario principal) que se centra fundamentalmente en en un ámbito pop. El rock indie de autor, con aristas variopintas, que pueden ir del rock y el folk castizo al más puro Nashville , pasando por improntas Dylanianas o Youngianas, hasta parar en la melancólica ortodoxia del cantautor de toda la vida, convirtió el instante González en el momento diferente de la tarde noche. Y bien que se agradece. Joyas del último disco, como ‘Charo’ o ‘Se estrechan en el corazón’, fueron ensamblándose a la perfección con verdaderos himnos intergeneracionales (entre los adeptos en el público, pudimos observar desde jóvenes universitarios a jóvenes de medio siglo), como ‘Vidas cruzadas’, ‘Salitre’, ‘Tenía que decírtelo’… pero sobre todo (y cómo que se celebró entre el respetable) ‘Pequeño rock & roll’… A esas alturas de concierto es difícil no constatar LA certeza. Lo grande, grandísimo, que es Quique González, que te ha ido engullendo, suave, cadenciosamente, hasta el punto de creer que estás dentro de él, cuando en realidad es todo lo contrario. Él ya está postrado en lo más recóndito de tu pecho. Excelso. Concierto para saborear durante mucho tiempo.
(Continuará mañana con Niños Mutantes, jugando en casa, entre otros; el Escenario Emergente, Apartamentos Acapulco, Harakiri Beah y alguna sorpresa… Y con la guinda final del pastel; la estelar y fulgurante actuación de Fangoria. No os lo perdáis, aquí, en El Ukelele).