El pasado martes actuó en El Pueblo (un pequeño pero multidisciplinar café cultural de Ourense) la alemana Fee Reega. No fueron muchos los asistentes pero salieron convencidos de que no todo está inventado musicalmente hablando.


Tengo que empezar confesando que los zapatos rojos que Dorothy lleva en El mago de Oz siempre me pusieron muy nerviosa. Si bien es cierto que se trata de una película para niños pequeños, también lo es que -en un ejercicio de soberana horterada- se abusó del rojo y los brillos para dar relevancia a un elemento protagonista, como si los niños no pudieran percibir la importancia de los zapatos para la trama argumental si no fueran de un color tan chillón. Alguno estará pensando que no sé que la película se grabó durante los primeros años del technicolor. Pues sí, lo sé. Pero, en mi opinión, con el camino de baldosas amarillas ya era suficiente para que cualquier niño se agitase en el sofá de su casa, que las sobredosis de azúcar no son sanas. El caso es que -desde que vi el film de Victor Fleming- siento cierta aversión por el calzado rojo y, sin embargo, el martes por la noche no hubo un solo minuto en que no otease los pies de Fee Reega. Me hipnotizaron. Esos zapatos sí que parecían mágicos. Y ella los usó para cantarle, de puntillas y muy dulcemente, a cosas horribles que sonaban a tranquilidad.

El recital lo abrió con ‘El hombre que fuma heroína’, una letra tenebrosa acompañada de una guitarra melosa que le quita hierro a la historia. Ya con este tema se vislumbra un estilo parecido al de Nacho Vegas. Cantar roto pero con entereza. Precisamente porque todo el mundo se hace el fuerte -aunque no lo sea o no le apetezca- para no asomar debilidades a la realidad llega tan adentro este modus operandi. Muestra de ello es que la segunda canción que interpretó fue en alemán y todos escuchaban con la misma atención que si fuesen a comprender algo. Porque la mayoría de las veces no es lo que se dice, sino cómo se dice, lo que nos despierta sensaciones.

Y llegó el turno de ‘La automuerte’, un tema sobre el suicidio y los últimos recuerdos que quedan tras el fallecimiento de alguien. Más de dos minutos de canción que transportan a escenarios inciertos. Mucho mejor cerrar los ojos e imaginarse la historia poquito a poco, mientras la va contando.

‘Casi todos los caníbales’ y ‘We shoot the world down’ fueron las siguientes del set list. Esta última pertenece a su ultimo trabajo, Shoot (Woodland Recordings 2015), inspirado en su mayor parte en la serie de Los Soprano, de la que se declara fan. El hecho de grabarlo en inglés fue, según comentó, por no saber traducir algunas palabras. Y es que no lo he dicho hasta ahora pero Fee Reega es alemana, aunque se maneja casi a la perfección con el castellano. De su último EP también interpretó ‘Motherfucker’ -escuchen, por favor, lo acaramelada que suena esta palabra dicha por Fee- y ‘Cave’ -que trata sobre las cuevas de Asturias a las que a veces va con un amigo espeleolólogo que “es un máquina”, según ella-.

De su anterior trabajo, La raptora (Pauken Grabaciones, 2014), se sirvió para embobar al público de ‘Varsovia, la ciudad’ -inspirada y escrita en la misma- y el tema que da nombre al disco –‘La raptora’ trata sobre una mujer que engañaba a los niños con dulces para llevárselos a su casa y asesinarlos para hacer cremas que luego vendía a gente rica-. El broche lo puso con una canción que escribió por y para su novio que las noches en que se viene abajo intenta volver a subir con un chupito de tequila.

Un concierto empapado de historias oscuras, pero es que Fee Reega no canta igual todos los días de la semana: “hoy es martes, si fuera viernes tocaría todas las canciones alegres”. Y como está afincada en España desde hace algún tiempo, concretamente en Gijón, no será muy complicado seguirle la pista para comprobar todas sus aristas. Y que nos lleve de la mano por su particular camino de baldosas amarillas.

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