Marco Antonio Vilaplana ha tenido la oportunidad de entrevistar a Sonia Barba, punta de lanza de escena cultural barcelonesa, que se encuentra promocionando Balada de la dependencia sexual.
El mundo en el que nos movemos es sumamente frágil en estos momentos.
Sonia Barba ama tres cosas que amo yo: la batería, la poesía y los prostíbulos. Actriz, directora, escritora, editora… Madre, madrastra, madame… Del teatro dice que es su medio, su escuela, su alimento, su ángel de la guarda pero que, cuando va, siempre sale perdiendo. Su voz es pausada, como perfeccionada para hablar en verso. Y, desarmado, no me queda otra que escucharla. Poeta, pero según ella, ante todo actriz. Estos días anda inmersa en la promoción de la obra Balada de la dependencia sexual. Ella besaría a Lou Reed… Yo a su Candy l’Àmour.
Acabas de estrenar en Barcelona la obra Balada de la dependencia sexual, originaria de la fotógrafa Nan Goldin que durante los 80 y 90 retrata esa otra Nueva York, más contracultural, más transgresora, más salvaje. Tu adaptación, que acabas de estrenar, ¿qué conserva de la original?
La primera vez que vi la obra de Nan Goldin fue a finales de los noventa en una retrospectiva que el Palacio de Velazquez organizó en Madrid. Salí totalmente conmocionada porque lo que ví se parecía mucho al mundo que me rodeaba: maricas, artistas, mujeres, trans, músicos yonkis, VIH etc Y todo ello cargado de toneladas de amor. Personas adorables con talentos mal encaminados. Las fotos de Golding supuran soledad, desconexión, supervivencia, desorden. Creo que todo esto está en la pieza que hemos creado.
Aparte de la escenificación en sí, también has participado en charlas en donde se aborda Balada de la dependencia sexual, como la que tuvo lugar el pasado 12 de octubre, junto a Jaume Balagueró. ¿Qué tratáis en este tipo de charlas?
Este encuentro fue solamente una entrevista en el programa del músico, periodista, poeta y director de Carne Cruda, Javier Gallego. Era un especial en que invitó a Jaume Balagueró para hacer un repaso de su carrera y una presentación de su nueva película Musas, yo era una invitada más, también estuvieron las poetas del Prostíbulo Poético y la cantante Tori Sparks.
Tras la dirección de la obra se encuentra Alberto Velasco, actor, bailarín y coreógrafo, y el que según Aldo Ruíz, es una de las mentes más privilegiadas con las que cuenta el teatro de este país. ¿Cómo ha sido trabajar con él?
Alberto y yo nos conocemos desde que yo estrené Hipercandy y desde el primer momento quisimos trabajar juntos y la vida nos está dando la oportunidad de hacerlo; hace un par de años, primero con Dance to Death, que él dirigió el año pasado para el festival Grec de Barcelona, y después también tuve la suerte de escribir para los textos de La Inopia. Coreografías para un Bailarín de 120k que estrenamos en Mayo en el Pavón Teatro Kamikaze de Madrid. Que Alberto aceptara acompañarme en la creación de esta pieza fue fundamental para poder poner en pie el proyecto. Él es un grande, su capacidad de trabajar, de concretar las cosas, de amplificar todo lo que le planteas es apabullante. Con Alberto me entiendo sin hablar. Sintonizamos el mismo canal. Es un autentico placer y un lujo. Me rindo a su valentía en cada uno de sus trabajos. Ahora está a punto de estrenar Escenas de Caza con su compañía, Los Malditos, y estoy segura de que será una de las obras más potentes de la temporada.
Además, Balada de la dependencia sexual, también se inspira en los textos de Banco de sangre el último poemario de Carlos Zanón. Según el propio libro, que hace referencia en sus primeras páginas a tu montaje, y lo califica como la mitad del viaje, éste también se inspira en el libro de Nan Goldin. Y la pregunta me la traslada el propio Zanón para ti: ¿de dónde sacas la fuerza?
No creo que me quede mucha fuerza, es pura inercia. De todas maneras, si lo pienso bien, que precisamente personas como Zanón me dicen «quiero escribir algo y que lo lleves a escena” ante eso, la máquina empieza a funcionar sin quererlo y no hay quién la pare. Sin Banco de Sangre no existiría Balada de la dependencia sexual. Estoy inmensamente agradecida a Carlos por este regalo y por el respeto absoluto que ha mostrado durante el proceso de creación.
He leído por ahí, que fuiste una niña insomne y que por las noches escuchabas Radio 3, donde descubriste a los Stooges, y a Nick Cave. ¿Cómo descubriste la poesía?
Fue al mismo tiempo. Escuchaba un programa de madrugada que se llamaba Rosa de Sanatorio dirigido por José Luis Moreno Ruiz. Comenzaba con un verso de Don Ramón Maria del Valle Inclán, era tan perturbador y emocionante todo… Yo debía de tener 11 o 12 años. Sonaban los grupos que dices y Setecientos treceavo amor y Corcobado con Mar otra vez, y entre canción y canción Moreno Ruiz, leía poemas. Brutal. Estaba enganchadísima a todo eso. Aún no entiendo por qué pero marcó el transcurrir de mis años. También escuchaba Polvo de Estrellas de Jose Luís Pumares y los fines de semana a los cómicos Goma Espuma, menudo cóctel ¿no?
En el 2016 salió a la venta tu poemario Dear Pretty Baby, editado por 66rpm. Libro que bien podrían ser tres, ya que así está dividido. Pero me quiero centrar en la segunda parte, Hipercandy. Sabiendo de tu admiración por Lou Reed solo hay que encajar piezas, pero, ¿cómo se crea un personaje como Candy l’Àmour?
No sé, se crea observando ¿no? Observas, coges lo que te quema, le pones un poco de esto y otro poco de aquello, le haces pensar y ya está ¿Existe? Todos mis personajes existen, aunque a algunos no les conozco todavía y a otros no les conozco del todo.
Comenzaste, según creo, a escribir el libro a partir de una visita en Berlín. ¿Cierto?
De la trilogía Dear Pretty Baby primero se escribió Candy l’Àmour. Aún vivía en Madrid, después, ya en Barcelona, fui madre, pasando por el proceso de traer una nueva vida a este mundo y de criarla junto a otras madres bastante salvajes, muy poco convencionales, adorables, compañeras ya para siempre. Y la tercera parte es el propio Dear Pretty Baby que se divide a su vez en X, Y, Z, y que se gestó en mi primera visita a Berlín. Dejé que Berlín me engullera. Lou Reed acababa de abandonar el planeta.
He leído, corrígeme si me equivoco, que en esa misma visita a Berlín sentiste la ausencia de alguien y de ahí las cartas del poemario. ¿Se puede escribir a alguien que no existe? o por el contrario, ¿se trata de monólogos, o de hablarse a uno mismo?
Uff, ya, sí, más que sentir la ausencia de alguien, creo que sentía la necesidad algo, de algo a medida, de algo que diseñas en tu mente para que dure siempre que lo necesites y que tiene todo lo que te gusta, todo lo que no encuentras en ningún sitio, por ningún lado. El único problema es que no existe-existe. Por Dios, las cosas que no existen me han salvado la vida muchas veces. Bueno, todo esto también tiene relación con una especie de Dios que nunca se manifiesta. Me he pasado la vida relacionándome con ese tipo de seres, llámales superstars, artistas, gente inalcanzable o que está muerta y que habita tu vida de una manera sutil, no palpable.
Y, ¿qué hay de Rock´n´roll en el mismo?
El Rock&Roll, esa cosa tan del fantasma de las navidades pasadas. Me encanta.
¿De aquellos tiempos en los que tocabas la batería con, como por ejemplo, Mato Armada de Los llamados perdidos? ¿Qué canciones te influyeron? Y no me nombres a Lou, ja ja ja.
Mi primera y única batería me la compre con el primer sueldo real que cobré poniendo copas, en el Café Moderno, en la Plaza de las Comendadoras de Madrid. Me acompañó el Mule, baterista de un sinfín de grupos y personaje querido por la Malasaña de los 90. Una buena persona dentro de todo este lío. Mi primer grupo era de chicas y se llamaba Las Intensivas, me encantaba tocar la batería, pasar horas sola en los locales, ir a conciertos cada día, literalmente. Con Mato grabamos un disco en el estudio de Javier Almendral con Justo Bagüeste como productor. Luego nos separamos. Ahora somos buenos amigos. Volveré a las baquetas cuando tenga 90 años para el redoble final.
Conociste a Kiely Sweatt (creadora del Prostíbulo poético en Nueva York), en un barco, y eso te impulsó a traer dicho espectáculo a Barcelona. ¿Cómo fue ese encuentro?
Fue aquí en Barcelona. En el puerto, una noche de junio. Me encantó el concepto. Hice un privado con la única poeta que sabía sus poemas de memoria, me bajó al camarote y creo que me hipnotizó. Al día siguiente Kiely y yo quedamos, hablamos y hablamos. Ella era mi Nueva York deseado y yo su Europa soñada. Le prometí que me implicaría a fondo en el Prostíbulo Poético y ya son 6 años los que llevo dirigiéndolo.
En el prostíbulo poético eres Madame Taxi, y me consta que adoras los taxis. Me llama la atención porque no es la primera vez que lo oigo. Cuéntame eso.
Bueno, los taxis son mi único vicio permitido. Siempre me han importado poco los taxistas, también su mala fama como gremio facha, macarra y todas esas cosas; pero que un desconocido te acerque hasta la puerta de dónde necesitas llegar sin hacer preguntas y desapareciendo luego para siempre me parece lo más. Tengo que decir que el servicio en Barcelona me mata, es inadmisible que en plena Gran Vía tengas que esperar hasta veinte minutos para coger uno. Es una de las pegas de esta ciudad.
Por el prostíbulo poético han desfilado un sinfín de poetas emergentes, o en plena consolidación, de la escena barcelonesa, como Ale Oseguera que está en plena promoción de su Tormenta de Tierra, o Albert Svn que está al frente del fanzine Los versos desesperados, Belén Berlín de Las hermanas del desorden, etc. ¿Qué prueba han de pasar l@s aspirantes a putas o mascotas? ¿Eres muy dura?
Para nada. Yo creo que la prueba es más bien con ellos mismos, con si esto es un juego de un rato para ellos o si está enraizado en su ADN. En el Prostíbulo Poético no solo tienes que escribir, también te enfrentas a todo el tema de mostrar tu vulnerabilidad delante de un extraño que ha pagado por eso, y con superar el que de repente alguna noche nadie quiera pagar por ello. En fin, son un montón de cosas, y no está bien pagado.
Y luego está, la colección, El libro rojo, donde los miembros del Prostíbulo escriben sus poemas. ¿Cuantos volúmenes lleváis?
Estoy trabajando en el noveno volumen.
Y, ¿cómo se pueden conseguir?
Los distribuimos nosotras directamente puedes comprarlos en nuestra web y te lo hacemos llegar a casa. En Madrid estamos en la librería de la galería Swinston and Grand y en Barcelona en Songs of Guttemberg, y en Malpaso, que son familia, unos y otros. También en Palencia, en la librería Del Burgo, dejé varios esta Navidad cuando fui a visitar a mi madre.
¿Qué proyectos tienes? Una amiga en común, la promotora musical y también poeta Alicia Rodríguez, me pregunta qué es lo que más temes, como creadora.
El mundo en el que nos movemos es sumamente frágil en estos momentos, da miedo que la cuerda por la que caminas se rompa y quedase colgando de uno de los extremos con la función a medias y nadie mirando. Proyectos, que se puedan contar, llevar Dear Pretty Baby a escena, seguir criando a mi hijo, seguir escribiendo, e instalar un Prostíbulo Poético en Madrid.
Y, para terminar: ¿Habrá más Candy l’Àmour?
Jajajaja, ¿cómo? ¿En plan saga? Igual, cuando deje de conocer gente.