Hay lugares y situaciones en los que las diferencias dejan de existir. Espacios en los que todos somos iguales, en los que en base a la confusión nos unimos sin importar quiénes seamos cada uno. Puede ser en una decimonónica mascarada, un evento lleno de misteriosos desconocidos (o quizás no tanto). O mejor aún, en un cuarto oscuro.


Hay bandas españolas que cantan en castellano, que se han quitado el eterno sambenito de inferioridad por ser de donde son y por cantar en este idioma. No es esto una oda a lo español, ni mucho menos, no soy de los que lleva una pulsera de España en la muñeca. Es más bien una declaración llena de esperanza y que contiene cierto egoísmo. No quiero tener que volar durante horas para escuchar a los mejores en directo, no me sobra el dinero. No obstante hay grupos en la península que tienen un sonido europeo -entendiendo lo europeo a la vieja usanza, como algo moderno, en cierto modo cool, pero con chicha- y que no tienen nada que envidiarle a nadie. Lo han hecho con un estilo sombrío, en el que reina confusión, en el que los sintetizadores, los overdrives, los reverbs, los fuzzs, los echos y las múltiples capas instrumentales se van superponiendo hasta casi no dejar pasar un mísero haz de luz. Su sonido es lo suficientemente atractivo como para atraer a las masas y apto -yo diría que más- para la exigente crítica [sic]. Porque el cuarto oscuro permite que encuentres una esquina en la que refugiarte y consolarte. Y por supuesto, permite también la diversión más desenfrenada. El cuarto oscuro te iguala con los demás sin necesidad de usar una máscara que cambie tu apariencia o idioma. He escogido para el relato a tres grupos, portando cada uno de ellos como estandarte su álbum más reciente. Hay más bandas, muchas más y espero que en años venideros se multipliquen hasta que tengan morir de éxito. Que solo sobrevivan las más fuertes, las más evolucionados, las mejores aunque no sean mis preferidas.

El Columpio Asesino alcanzó el hito de ingresar en el cuarto oscuro como miembro de pleno derecho en 2014 con Ballenas Muertas en San Sebastián. Un disco que de primeras fue mejor acogido por la crítica que por el público hasta que estos últimos, aunque fuera por escuchar la archiconocida ‘Toro’, se tragaron sus conciertos, dando sus primeros pasos por la habitación, entrando en un círculo vicioso del que es difícil salir. Entre cervezas voladoras, Jägers petaqueros, las brumas de El Columpio Asesino fueron ganando terreno hasta hacerse con cualquier recinto. El ambiente que crean es tal que uno acaba entregándose a la fiesta en cuerpo y alma. Lo más jodido es que lo logran resaltando los matices teóricamente más tenebrosos del género que interpretan, induciéndote un estado hipnótico en el que estás consciente, pero del que no puedes salir. Los sintes, bajos y cajas de ritmo toman el protagonismo, haciendo las veces de armas prestidigitadoras. Estás atrapado, es perturbador, te gusta.

El Amor Está en la Tierra, vaya que si lo está Trepàt. Los granadinos crecen a cada publicación y no necesariamente entre los larga duración, les vale una canción para edificar un nuevo sonido. Su último álbum ha llegado en un momento en el que el grueso del público nacional adulto parece más maduro, un hecho que les ha ayudado de varias maneras. En primer lugar porque las masas se dejan llevar mejor ante lo desconocido sabiéndose más fuertes como individuos. En segundo lugar porque identifican en Trepàt sonidos ochenteros que les son familiares (cosas de la edad). No es que el sonido de los granadinos se ciña a los ochenta, no es tan simple ni tan complejo, pero el regusto que dejan es innegable. A diferencia de El Columpio Asesino, que ya tenía canción bandera desde el anterior álbum, aquí los andaluces han tenido que fabricar un himno llamado ‘Torturas en los bares’ que se pega hasta la médula. También sugieren una salida de emergencia, indicada a través de una tenue luz que ingresa en el cuarto oscuro al final del trabajo con ‘Playa’ y ‘Amanece’.

No, al final la luz que se cuela a través de la puerta es culpa del Salve Discordia de Triángulo de Amor Bizarro. Siento repetirme, pero el álbum de los gallegos va a ser recordado por mucho tiempo. Fantasmal, lisérgico, abrumador por momentos, enérgico, vibrante… Podría seguir sumando adjetivos si no fuera porque creo que se ha entendido bien lo que quiero decir ¿no? Capa a capa, chute a chute, Triángulo de Amor Bizarro nos sumergen en una orgía. Hasta ahora no había hablado de sexo explícito, hasta ahora pisaba el terreno de lo erótico, de las caricias, del morbo. Ahora ya no, ahora la pasión y el deseo te invaden, estás loco por la música. Sin embargo Salve Discordia está construido de tal forma que alarga el frenesí hasta el final. Las canciones son capas en sí mismas que van modulando la lujuria hasta el último minuto, con tan buen tino y tan mala leche que te dejan reventado aunque con ganas de repetir. Un puto ‘Desmadre Estigio‘, una fiesta en el lugar más oscuro jamás conocido, aquel que limita el mundo de los vivos con el de los muertos.

Y la fiesta continúa, porque esto no deja de ser una especie de tridente ficticio, un triunvirato de bandas que no tienen nada que envidiar a nadie sea cual sea su procedencia. Bandas cuyas presencias en grandes festivales son aceptadas con total naturalidad. De aquí a no mucho veremos a Trepàt en los escenarios principales de estos eventos, los programadores no van a tener otra opción. En el tintero se han quedado grupos de gran valía y con ciertos ingredientes en común como pueden ser Nudozurdo, Tremenda Trementina, Alborotador Gomasio, Murciano Total, Odio París, Pumuky, Ornamento y Delito o Blam de Lam. No es que suenen igual que las bandas protagonistas del artículo, de hecho las bandas reseñadas ni siquiera suenan igual entre sí. Cada uno es de sus respectivos progenitores y todos tienen diferentes referentes. El que quiera escuchar siempre lo mismo que active el modo repetición. Con todo, hay ecos de punk, de post punk, de la new wave, de kraut, de noise y de synth pop en diferentes medidas según el intérprete y el oyente. En resumen, una mezcla lo suficientemente potente y realizada con tanto talento, que permite que tu aventura en el cuarto oscuro patrio continúe sin complejos de ninguna clase, sabiendo que puedes follar con quien quieras aunque te haya tocado nacer en el culo de Europa. Quizás, de aquí a unos años encontremos el interruptor de la luz, decidamos encenderla, y perdamos nuestros complejos del todo. Hay motivos para creer en ello.

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