Por definición, y lo escribo sin usar un diccionario pero dejándome llevar por lo que yo entiendo que debería ser, el terror es aquello que nos causa miedo, que nos hace huir de la oscuridad, los callejones oscuros, los tipos de dos metros de altos armados con objetos punzantes, en definitiva, cualquier cosa que a primera vista no debería hacernos huir pero, en un contexto claro y cinematográfico, nos lo hace ver un modo amenazante.
Esta reseña está libre de spoilers, pero dejo muy claros
aspectos como el final, la trama y algunas escenas, así que,
bueno, quizá podría considerarse algo spoiler.
Por definición, y lo escribo sin usar un diccionario pero dejándome llevar por lo que yo comprendo que debería ser, el terror es aquello que nos causa miedo, que nos hace huir de la oscuridad, los callejones oscuros, los tipos de dos metros de altos armados con objetos punzantes, en definitiva, cualquier cosa que a primera vista no debería hacernos huir pero, en un contexto claro y cinematográfico, nos lo hace ver un modo amenazante. Partiendo de esta base, y viendo la nueva hornada de películas de terror que van okupando poco a poco las carteleras de todo el mundo, podría decirse que las nuevas películas de terror ya no son de terror. Son incómodas, o usan las nuevas tecnologías (como los nuevos sistemas de sonido) para causarnos infartos, o se dedican a copiar topicazos una y mil veces vistos para tratar de entretenernos, pero, un segundo, ¿qué es eso de entretenernos? El terror no tiene que tenernos distraídos, sino totalmente cogidos por los huevos y el cerebro, completamente a merced de esa situación horrorosa y acongojante que se nos muestra y que nos hace sentir niños pequeños con necesidad de un abrazo y una manta enorme y a prueba de balas.
Por eso, y solo por eso, la recientemente estrenada Déjame salir no es de terror, ni siquiera podría ser considerada de intriga (que bueno, tiene algo, pero se ve venir a la legua la mitad de las cosas), sino que es un ejercicio (después entraré en detalles) fílmico que tiene su gracia, con una idea que es lo mejor de toda la maldita película pero que, quizá por falta de ideas o porque no quiso ser un nuevo El Ciempiés Humano, se quedó en una película bien filmada, cojonudamente montada y con un reparto de los que te hacen aplaudir; pero ya está.
Antes he dicho ejercicio porque se notan las ganas del director / guionista de hacer algo nuevo, de salirse de la tangente y hacer que el espectador piense un poco entre escena y escena. Porque, no nos engañemos, este tipo sabe lo que hace. El problema viene cuando la historia necesita algo más de mala leche, algo más de ganas de rompernos el culo a todos y, sobre todo y en mi opinión, atreverse a salirse del todo del tiesto en el que la gran mayoría de películas se acomodan con tal de gustarle a todo el mundo. Y no es que sea malo tratar de gustarle a todo el mundo (supongo que eso a la larga te hace un superventas y, bueno, si es lo que quieres me parece perfecto), lo que molesta un poco es ver como un historia que prometía tanto y que podría haber dado tanto de si se pierde, se difumina, es prostituida directamente, con las típicas escenas de películas ochenteras de terror (ese héroe inmortal que puede con todos) en lugar de inventar algo diferente y hacer que no sea solo una película más que recauda más que nadie en el primer fin de semana, sino una que se recordará pasados los lustros.
Aplaudo al director, a la idea, y le aplaudo más solo para que, a la próxima, se atreva a volverse más loco y jugar con las mentes de los espectadores un poco más, solo un poco, lo justo y necesario para que la mitad de la sala, como me paso a mí y a mis amigos, no saliéramos diciendo que «bueno, está bien», en lugar de un unánime «joder, ¡qué pasada!».
Ya sabes, esos detalles son importantes.