Desde Sídney nos llega el debut de Death Bells, la penúltima iteración del post-punk fruto de esa modernidad que no aparta el ojo del espejo retrovisor.
Hasta hace pocos años era frecuente leer textos sobre el agotamiento del post-punk que se apresuraban a enterrar un subgénero que, a pesar de su abundancia en propuestas de escasa originalidad o interés, no creo está más afectado por la Ley de Sturgeon que el resto de corrientes musicales contemporáneas. Pese a todo, infinidad de bandas continúan ofreciendo aún hoy el resultado de sus esfuerzos bajo tal etiqueta o alguna categoría afín y comienza a resultar complicado saber en que etapa del revival nos hallamos.
No es en absoluto sorprendente que mientras nos disponemos a abordar la recta final de esta segunda década del siglo XXI, un grupo como Death Bells enarbole el estandarte del post-punk a la hora de posicionar su discurso en el confusamente superpoblado panorama musical actual. Pero además, el primer EP de estos australianos los emparenta de manera más directa con el pop de raigambre oscura de White Lies —tan tributario de Echo & the Bunnymen por su parte— o la variante más punk cultivada por Eagulls que con las oscuridades propias de bandas semigóticas como Savages o The Soft Moon.
En todo caso, el single de adelanto ‘Roman Candles’ publicado el pasado mes de julio ha cumplido sobradamente con su cometido de prepararnos para el primer disco de larga duración de Death Bells. Este Standing on the Edge of the World (Burning Rose / Funeral Party Records, 2017) no se aleja del camino emprendido en el EP homónimo Death Bells (Burning Rose / Funeral Party Records, 2016) y en él encontraremos la misma grandilocuencia vocal con un similar acompañamiento de guitarras que no abandonan los registros agudos, bajos de sonido hiperprocesado y gélidos ambientes electrónicos. El primer sencillo extraído de este álbum ha sido el superlativo ‘Only You‘, tan absolutamente fabuloso que a su sucesor ‘Something Above’ le costará encontrar parecido reconocimiento a pesar de sus no pocas virtudes.
Sin embargo, el álbum adolece de una predecible linealidad y, a pesar de su generosidad melódica, no puedo evitar que me invada una cierta sensación de monotonía mientras lo escucho. Se trata de algo preocupante en un disco tan breve y las bondades exhibidas por canciones como ‘Alone, into an Empty Clearing’ no bastan para remediarlo. Es por esto por lo que creo que, si bien Death Bells se hallan en el camino correcto, deberían centrarse en los aspectos compositivos antes que en los meramente estilísticos y demás cuestiones relativas al envoltorio. Ello no quiere decir que Standing on the Edge of the World no sea un album sónicamente apabullante y con un buen número de excelentes canciones: simplemente no es la obra maestra que algunos han querido ver en él antes de que haya transcurrido un mes desde su publicación.