Hoy se cumplen 14 años desde la publicación de Turn on the Bright Lights, el álbum debut de Interpol, y uno de los trabajos más importantes (si no el más importante) dentro del Post-Punk Revival. En El Ukelele queremos repasar a fondo el trabajo de los neoyorkinos, corte a corte, en un homenaje a uno de los álbumes más relevantes de la década de los 2000.


Cuando eres un consumidor compulsivo de música, hay ciertas preguntas que te hacen rechinar los dientes y estrujarte los sesos hasta finalmente salir del paso con un contundente “no tengo ni idea”. Un claro ejemplo de esto es la típica “¿cuál es tu disco favorito?”. No hay ser humano capaz de responder a eso sin, por lo menos, pensárselo mucho antes. No obstante, siempre están esos 3, 5, 8, 10 (o quizá más) discos que recorren tu mente en una fracción de segundo en cuanto escuchas la temible pregunta. Al menos así me ocurre a mí, y el Turn on the Bright Lights de Interpol es uno de ellos.

Antes de nada, estimado lector, me gustaría pedirte un poco de paciencia. Este va a ser un artículo bastante largo, pero creo que se trata de una obra de arte lo suficientemente relevante como para no permitirme el lujo de dejarme ningún detalle en el tintero. La cantidad de cosas que decir sobre cada corte y aspecto del disco es infinita, por lo que intentaré ser conciso pero extenderme cuando sea necesario. Estoy seguro de que si has escuchado el disco, estarás de acuerdo conmigo, y si no lo has hecho, te animo a escucharlo al mismo tiempo que lees esta reseña, y todo cobrará más sentido, te lo aseguro.

No obstante, antes de entrar en materia, vamos a situarnos un poco: año 2002, recién comenzada la nueva década. Interpol llevan ya 2 años con una formación estable, tras la salida del batería inicial, Greg Drudy, en el 2000, y la consecuente incorporación de Sam Fogarino, actual batería de la banda. La fecha es un dato muy relevante en el caso de este disco, y es que el género en el que se sitúa este icónico trabajo de Interpol, el Post-Punk Revival, aún estaba por nacer. Sí es cierto que ya había alguna publicación que, actualmente, se considera dentro del género, como es el caso de los estadounidenses Satisfact (banda que, curiosamente, contaba con Jeremiah Green, batería de la mítica banda Modest Mouse) o los ya extintos The Rapture. Sin embargo, no fue hasta la publicación de Turn on the Bright Lights cuando el género realmente nació. Así es, Interpol prácticamente inventaron un género, hicieron historia. Si bien el género en sí es un revival de algo ya inventado, el tirón que este tuvo y la infinita cantidad de grupos que se subieron al carro fue impresionante (véase Editors, Bloc Party, Franz Ferdinand, The National, The Killers, White Lies…), por lo que en este aspecto no hay que quitarle ningún mérito a los neoyorkinos.

Interpol (de izquierda a derecha): Carlos D, Daniel Kessler, Paul Banks, Sam Fogarino.

Ahora que ya nos hemos situado, vamos a hablar un poco del género. “¿Qué diferencia hay entre el Post-Punk y el Post-Punk Revival?”, os estaréis preguntando algunos. Realmente el género nace, en el caso de Interpol, de pura casualidad, sin ningún tipo de intención de “sonar a”. No obstante, aunque el Post-Punk Revival recoge los elementos más básicos de su antecesor, como son las baterías crudas con un uso excesivo de dieciseisavos en el hi-hat, las líneas de bajo melódicas o las guitarras disonantes, este incorpora también elementos del Indie Rock, así como una producción limpia (algo casi impensable para las bandas originales de Post-Punk, como por ejemplo Joy Division, Talking Heads o incluso The Cure).

Como decíamos, el Post-Punk Revival de este Turn on the Bright Lights y de Interpol en general, fue prácticamente un accidente. El propio Paul Banks ha reconocido en alguna que otra entrevista que ni siquiera le gustaban Joy Division o New Order cuando entró en Interpol. El cantante afirma que “Interpol solo se dedicaban a escribir canciones de forma que todos los integrantes pensasen que quedaban guay”. Respecto a las incesantes comparaciones entre la voz de Paul Banks y la de Ian Curtis, cantante de la mítica banda Joy Division, Banks afirma que no es que intentase forzar su voz para sonar como Curtis, sino que literalmente no era capaz de escuchar su propia voz debido a la potencia y volumen de la batería, por lo que tuvo que recurrir a forzar su voz y cantar “casi a gritos”, algo mucho más destacable y característico de este primer Turn on the Bright Lights que de los posteriores trabajos de Interpol.

Ahora sí, vamos a empezar a repasar a fondo y corte a corte este magnífico disco debut de Interpol, intentando hacerle la justicia que se merece por ser semejante obra de arte y un pedacito de la historia de la música. Si has decidido hacerme caso y escuchar el disco al mismo tiempo que lees la reseña, ahora es el momento de darle al play. Que lo disfrutes.

Si hay un tema concreto de entre los once que componen Turn on the Bright Lights que estaba predestinado a abrir el disco, ese es ‘Untitled‘. Se trata de un corte oscuro y sinuoso, cuyo eje pivotante es el magnífico riff de guitarra envuelto en delay que se repite una y otra vez hasta que da paso a la batería y, con ella, la línea de bajo del siempre impecable Carlos Dengler (conocido como Carlos D). Finalmente, la voz de Paul Banks se une a la fiesta para hablarnos de cómo va a sorprender a alguien, seguramente refiriéndose a algún amor pasado que pretende recuperar. Un tema con una composición exquisita y una producción elegante a la par que potente que logra crear una atmósfera que sirve como una magnífica introducción a lo que va a ser el disco.

Sin embargo, es con ‘Obstacle 1‘, segundo single extraído del álbum, cuando realmente se abre la lata. Seguramente el tema más icónico de la banda y, sin duda, uno de los favoritos de los fans. Aquí es cuando, por primera vez, nos damos de bruces con las guitarras disonantes que pasarán a ser típicas de Interpol, así como con las enrevesadas y melódicas líneas de bajo de Carlos D. Es admirable cómo se complementan bajo y batería, prácticamente al margen de lo que están haciendo las guitarras, sonando todo, sin embargo, magistralmente cohesionado y compensado. La voz de Banks, llegando casi al grito, nos habla de una especie de amor perdido o pasado que nunca volverá (“I’ll never see this face again”), siempre de forma bastante abstracta y guardando el misterio. Algunos han visto esto como algo negativo, y han tachado a Banks de ser un mal letrista, por el uso, por ejemplo, de fórmulas de expresión hablada (“Her stories are boring and stuff“). Al margen de eso, encontramos aquí uno de los estribillos más potentes de todo el disco y probablemente de toda la carrera de Interpol. Además, se trata de uno de los ejercicios más destacables de Sam Fogarino a los mandos de la batería, con unos beats vertiginosos y un sonido único.

Tras la explosión de sonidos que representa ‘Obstacle 1’, y con las piernas aún dando golpes en el suelo al ritmo del final apoteósico de la misma, ‘NYC‘ nos devuelve a tierra firme, pero solo durante un rato. El tema es un homenaje a la ciudad de origen de la banda: Nueva York. Creo que pocas veces se ha escrito algo tan puro y sincero sobre un lugar hablando tan mal de él (“The subway is a porno, the pavements they are a mess”). El característico reverb, abundante a lo largo de todo el trabajo, envuelve las guitarras hasta casi difuminarlas, haciendo lo mismo con la voz de Banks, que esta vez se presenta suave, en clara contraposición a lo que nos encontrábamos en el anterior corte. Cerca del ecuador casi matemático de la canción, el tema rompe y nos encontramos con un tremolo picking precioso, de nuevo buceando en reverb, que podría estar perfectamente sacado del Ágætis byrjun de los islandeses Sigur Rós, acompañado por la batería sencilla pero potente de Fogarino, en un claro ejemplo de que no hace falta tocar mucho ni muy fuerte para ser un gran batería, sino saber qué tocar y cuándo tocarlo. Mientras, dos pistas vocales se contraponen (“It’s up to me now, turn on the bright lights” / “Got to be some more change in my life”). Se nos revela así que las luces de las que habla el título del disco hacen referencia a las luces que iluminan la ciudad de Nueva York, cuna de la banda y, por tanto, del disco.

Imagen promocional del single ‘NYC’

Tras el mar de calma que es ‘NYC’, vuelve la energía con la ya mítica batería de Sam Fogarino que abre ‘PDA‘. En este gran corte, que además es uno de los temas más antiguos de la banda (ya había sido publicada anteriormente en EPs y demos), Paul Banks nos vuelve a hablar de relaciones interpersonales, en concreto de una posible relación claramente tóxica que pudo haber tenido el propio Banks en el pasado, ya que la letra es bastante explícita, escrita en primera y segunda persona de forma muy directa.

You are a past sinner, the last winner, I’m raping all around me until the last drop is behind you. But you’re so cute when you’re frustrated, dear.

La línea de bajo de Carlos D vuelve a relucir, compleja y melódica, pero contundente. Sin duda, una de mis favoritas de todo el disco. Además, las guitarras de este corte son otro gran ejemplo del sonido chirriante y disonante característico de la banda y, sobre todo, de este disco. Es alucinante la cohesión que consiguen entre ambas. Por otra parte, algo que suele ser criticado en este corte es el outro, habitualmente tachado de ser innecesariamente largo. Además, al igual que los coros en el estribillo (“Simpleton. You’re simpleton. You cannot follow to the world alone”), las últimas líneas de la canción (“Something to say, something to do. Nothing to say, there’s nothing to do”) son cantadas por el guitarrista del banda, Daniel Kessler, hecho también criticado. Yo, personalmente, tampoco soy demasiado fan de que sea Kessler el que cante esas líneas, pero qué queréis que os diga, a mí el sonido de la púa de Daniel rasgando las cuerdas de su guitarra al inicio del outro me da la vida.

Hasta los discos favoritos de uno tienen que tener su oveja negra (a alguna le tenía que tocar), y en mi caso es sin duda el quinto corte del trabajo, ‘Say Hello To The Angels‘. Y no es que sea una mala canción, ni muchísimo menos. Es divertida, es bailable, es guitarrera, y la magnífica producción del disco le hace mucha justicia. Lo que echo en falta aquí, y que, curiosamente, es aquello de lo que rebosa el resto del disco, es personalidad. Para empezar, el ritmo es casi idéntico al de ‘This Charming Man’ de The Smiths. Y no es que esto sea un problema ni lo considere un plagio, pero es que el resto de elementos de la canción tienen también un intenso sabor a The Strokes, que igual es solo cosa mía, pero no me convence. Dicho sea que, a pesar de esto, me sigue pareciendo un corte excelente (y cuando la tocan en directo la bailo como si no hubiera un mañana). Lo mismo debieron pensar los primeros Franz Ferdinand, que prácticamente parece que basaron el sonido de su primer disco en esta canción. Además, la letra de la canción es bastante interesante, con un Paul Banks que se ha olvidado de relaciones tóxicas y que ahora nos habla de sexo. Así, tal cual, sin tapujos:

And something’s coming over me, I see you in the doorway, I can’t control the part of me that swells up when you move into my airspace.

Hands Away‘ está estratégicamente situada en el ecuador exacto del disco. Se trata de un corte lento, el más progresivo de todo el trabajo, y también el más corto. Al igual que en ‘NYC’, Fogarino vuelve a regalarnos una batería extremadamente sencilla pero que complementa el resto de instrumentos a la más absoluta perfección, haciendo de este corte un interludio perfecto entre ambas mitades del disco. Al mismo tiempo, sirve también como una perfecta transición desde la animada y divertida ‘Say Hello to the Angels’ hacia la segunda mitad del álbum, de ambiente muchísimo más oscuro y pesado. Una metáfora de los propios Interpol: elegancia sencilla pero sofisticada al mismo tiempo.

Tras la atmosférica ‘Hands Away’, el lado más crudo de Turn on the Bright Lights vuelve a golpearnos la cara con ‘Obstacle 2‘, donde Paul Banks recupera la temática amorosa en su letra. En este caso podría tratarse de un intento de enamorar a una chica insegura (“If you don’t trust yourself for at least one minute each day, well, you should trust in this, girl, cause loving is coming our way”) y el posible fracaso en el intento (“I’ll stand by all this drinking if it helps me through these days, it takes a long time just to get this all straight”). Precisamente, en ‘Obstacle 1’ comentaba que me parecía uno de los mejores estribillos de todo el disco, pero es esta ‘Obstacle 2’ la que se lleva el primer puesto. Francamente, no soy capaz de imaginar ningún otro estribillo con tanta fuerza pero manteniendo melodía y garra de forma tan equilibrada. Algo bastante curioso es que al final del corte podemos escuchar unos “uh” de Paul Banks en falsete. Adivinad qué otro corte del disco es el único en contener falsete por parte de Banks. Bingo, ‘Obstacle 1’. No sé si Interpol se pararon a pensar en este detalle a propósito, pero yo soy feliz pensando que sí.

Interpol en 2002 (de izquierda a derecha): Sam Fogarino, Paul Banks, Carlos D, Daniel Kessler.

He dicho ya varias veces lo mucho que me fascina la producción de este trabajo, pero es sobre todo en los cortes que componen esta segunda mitad del disco donde queda claro al 100% la importancia que tuvo, así como el brillante trabajo que hicieron. La impecable compenetración entre las guitarras y el bajo en ‘Obstacle 2’ es buena prueba de ello, sin duda, pero es ‘Stella Was A Diver And She Was Always Down‘ la auténtica joya del disco en este aspecto. Uno de los cortes de ambiente más oscuro de todo el trabajo, donde un Banks con una voz más cercana al llanto que al grito nos habla de una tal Stella y de su estado mental, claramente afectado, que aparentemente muere ahogada.

She was all right because the sea was so airtight, she broke away. She is all right but she can’t come out tonight, she broke away.

Además, podemos percibir una segunda lectura de las letras, con una temática sexual (“Well, she was my catatonic sex toy, love-joy diver”) y, más concretamente, algunas metáforas que podrían ser referencias al sexo oral (“She went down, down, down there into the sea. Yeah, she went down, down, down there, down there for me, right on”).

De nuevo, Interpol vuelven a lucirse al llegar el estribillo, con unos fuertes rasgueos de guitarra, una batería pesada y constante, y un Paul Banks cantando “she broke away, broke away” con la voz prácticamente rota. Un claro ejemplo más de la perfecta compenetración instrumental de Interpol y, sobre todo, de la genialidad de Carlos D con el bajo, que se balancea de un lado a otro sin parar, poniéndole la guinda a un tema casi perfecto, si no perfecto.

En contraste con la (aunque no aparente) complejidad instrumental y potencia vocal de ‘Stella’, es el turno de la simple pero asombrosamente potente ‘Roland‘. En especial, sorprende la simpleza de la línea de bajo, ya que Carlos rara vez ha dejado caer ninguna tan lineal como esta a lo largo del disco. Y no lo digo como crítica negativa, ya que eso es precisamente lo que este tema requería. Otro aspecto a destacar es el maravilloso outro de la canción, donde el propio Carlos nos regala un pequeño solo seguido de uno de los riffs de guitarra más melódicos de todo el disco. Intentaría entrar en materia respecto a la letra del tema, pero no soy capaz de descifrar de qué habla, a no ser que hable literalmente de un amigo carnicero polaco de Paul Banks (“My best friend’s a butcher, he has sixteen knives […] My best friend’s from Poland and, um, he has a beard”), cosa que dudo.

Tras el descanso compositivo que podría parecer ‘Roland’, Interpol vuelven a ponerse las pilas con la monstruosa ‘The New‘. Creo que necesitaría un artículo entero para hablar de esta canción, ya que es mi corte favorito de todo el disco, pero voy a intentar ser breve. La canción comienza con un solo de bajo que pone los cimientos para que Paul Banks nos hable de un intento de salvar una relación pese a sus múltiples defectos y dificultades:

I gave a lot to you. I take a lot from you too. You slave a lot from me. Guess you could say I gave you my edge.

Finalmente, al mismo tiempo que la letra toma un rumbo más oscuro, lo mismo ocurre con la parte instrumental. La batería simple y las guitarras claramente melódicas se convierten en duros golpes en una batería pesada y unas guitarras chirriantes que parecen llorar desafinadas (literalmente, Daniel y Paul tocan uno de los riffs con una sola mano, mientras que con la otra suben y bajan la afinación de la cuerda desde la clavija, haciendo que suene desafinada en algunos momentos), mientras que Carlos D se dedica a dejar claro por qué el bajo es probablemente el mayor elemento a destacar de todo este disco. Es simplemente alucinante. Así, termina la canción en una orgía instrumental en la que guitarras y bajo bailan pegados a ritmo de una batería cambiante y llena de detalles. No voy a intentar seguir plasmando este momento en palabras, porque sería un sacrilegio. En su lugar, te lo pongo más fácil (en caso de que no hayas decidido escuchar el disco mientras lees esto):

Intenso, ¿verdad? Sigamos.

No es hasta el último corte del álbum cuando encontramos la verdadera joya de este Turn on the Bright Lights en cuanto a letras. En ‘Leif Erikson‘, Paul Banks retoma la temática claramente sexual (“She says it helps with the lights on”), incidiendo esta vez en sus sentimientos al respecto y su forma de verlo, siendo una persona extremadamente emocional y sensible:

She feels that my sentimental side should be held with kid gloves, but she doesn’t know that I left my urge in the icebox.

La parte instrumental sigue la misma línea que el resto del disco: mucho reverb, guitarras atmosféricas que te envuelven y una batería que cambia la caja por pandereta hasta pasada la mitad del tema. Sin embargo, el ambiente que rodea el corte es mucho más ligero que en cualquiera de los otros temas del disco, cambiando además la disonancia en las guitarras por un órgano que pasa a un primer plano en la instrumental. Es entonces cuando Banks se dirige directamente a su amada, afirmando que, mientras que no saque a flote sus problemas emocionales del pasado, la cosa puede funcionar; y comparando el sexo con el aprendizaje de un nuevo idioma, quizá refiriéndose a cómo el sexo es distinto cada vez o con cada persona distinta.

It’s like learning a new language, helps me catch up on my mime. If you don’t bring up those lonely parts, this could be a good time. […] You come here to me, we’ll collect those lonely parts and set them down.

A este emotivo momento por parte de Banks le sigue un pequeño aunque precioso solo de guitarra de Daniel, poco habituales en el disco (solo encontrábamos algo parecido en aquel outro de ‘Roland’, y poco más). Al mismo tiempo, Banks sigue con las metáforas, tratando de explicar, esta vez apartando el sexo a un lado, las diferencias entre sus sentimientos, frágiles y sutiles, y los de su amada, evidentes y fácilmente detectables:

She says brief things, her love’s a pony, my love’s subliminal.

Con esta declaración de intenciones y sentimientos por parte de Paul Banks, y con el momento más emocionalmente intenso de los 49 minutos que dura el disco, termina Turn on the Bright Lights, termina este indescriptible viaje en el que se acaba convirtiendo el álbum debut de Interpol.

No importa cuántos grupos intentasen subirse al carro, ninguno ha conseguido siquiera acercarse a la calidad y al sonido tan característico de este álbum en los 14 años posteriores a su publicación. Y esta es precisamente una de las cosas que más han sido criticadas de Interpol, el hecho de que “bajasen tanto el nivel” después de su debut. Ese es el problema de poner tanta carne en el asador en tu primer trabajo, que luego te persigue a lo largo de toda tu carrera.

No obstante, es innegable que en 2002 Interpol hicieron algo mágico, crearon esta magnífica obra de arte, de duración que un servidor considera perfecta, casi calculada matemáticamente, con una producción única y característica. Unos jóvenes músicos de Nueva York haciendo lo que mejor sabían hacer.

No es que Interpol nunca hayan podido ni vayan a poder hacer otro Turn on the Bright Lights. Es que Turn on the Bright Lights solo hay uno, y es, como decíamos, irrepetible.

Sin duda, un disco imprescindible que francamente considero que absolutamente todo el mundo debería escuchar como mínimo una vez a lo largo de su vida.

Un gran amigo me dijo hace unos años: “creo que enseñarme a Interpol es lo más bonito que han hecho por mí en mucho tiempo, gracias”. Espero que todos aquellos que no conocieseis el grupo o el disco y hayáis leído hasta aquí, acabéis pensando lo mismo después de escucharlo.

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