Un cantante tan atípico como Eels no podía haber publicado unas memorias al uso. Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 2008) es el volumen en el que se desnuda en cuerpo y alma dejando claro tanto que es un tipo normal como que la esperanza es lo último que se pierde.


 

Habitualmente se tiende a desdeñar a aquellos especialistas que deciden husmear en otras disciplinas. El actor que se desgañita como cantante. La escritora que se cambia al papel actriz. La modelo que decide cambiar las pasarelas por la guitarra. Cada día, uno más se une al saco de los proscritos. En esta ocasión, Eels decidió unirse a ese grupo de sangre sucias y publicó Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 2008). Para los que esperaban con la guillotina preparada, no tuvieron otra que guardarla a la espera de otro tránsfuga al que decapitar.

Mark Oliver Everett. Podría ser cualquier hombre de edad y complexión media que habitara en la América profunda. Un personaje totalmente anónimo. Sin embargo, se trata de los datos que aparecen en el documento de identidad de Eels, músico conocido por su barba y su amplia discografía. También dicen las malas lenguas que es portador de aquello que los supersticiosos llaman gafe. Mal fario. Tras la lectura de Cosas que los nietos deberían saber, biografía autorizada y rubricada por él mismo, una no puede olvidarse de ese halo de desgracia que le rodea, comprobar en cada página como personifica a la reina ajedrezística que ve como su pueblo/ejército cae mientras ella se encuentra impotente ante el desastre.

A lo largo de las doscientas páginas del volumen, Everett repasa su vida desde que era un infante hasta la actualidad. Amoríos nacidos con el fracaso escrito en la frente, mudanzas a la (siempre complicada) ciudad de las oportunidades, tragedias personales y crisis de identidad son algunos de los temas que el lector encontrará en estas páginas. Sin embargo, quien crea que se trata de la típica biografía de una estrella del rock, se va a llevar un gran chasco. Hay drogas y vida suburbana. Hay rock’n’roll y censuras políticas, pero evita que el acercamiento a la noticia sea excesivo e histriónico. Everett evita los cambios forzosos de guión y se dedica a relatar sus vivencias de manera directa y sin florituras. No se trata de un cuento para niños, pero sí funciona como fábula universal en la que su moraleja no deja dudas: la sombra no existiría sin la luz y es ella la que te impulsa a seguir caminando.

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