La noche del concierto de Molotov fue una noche especial. Molotov es una banda que marcó buena parte de mi adolescencia. Esto, junto a la estrecha relación personal que tengo con México, hacía que el concierto de la banda chilanga estuviera marcado en mi calendario desde el momento en que se anunció. El Chinga Tour Madre, con el que los mexicanos celebran sus veinte años de carrera, llegaba a Málaga. Quién me iba a decir a mí hace unos años que iba a poder ver y fotografiar a Molotov en mi ciudad.


Cuando llegué a La Trinchera a eso de las nueve ya se notaba que la noche iba a ser intensa. Mucha gente esperando a que se abrieran puertas y otras tantas intentando adquirir en taquilla alguna de las pocas entradas que aún quedaban. Probaban sonido en ese momento los Jammin’ Dose, encargados de abrir la noche.

Y no pudo haber mejor inicio. Los malagueños, que siguen rodando con Deadline, su segundo trabajo, ofrecieron una hora sin tregua llena de su peculiar mezcla de rock, funk, ritmos latinos y todo lo que se atreven a mezclar en su música, que da un subidón tremendo y llena de adrenalina y buen rollo. Nos tienen muy bien acostumbrados y el miércoles volvieron a ofrecer un directo compacto y sólido que hace de la banda la gran apuesta de la escena malagueña. Destacaron sobre todo ‘Fuck’, ‘The hater’ y ‘So high’, así como una versión canalla del mítico ‘All that she wants’. Un directo que por sí solo bien hubiera merecido la pena, pero aún quedaba el plato fuerte.

En el parón que hubo mientras preparaban el escenario para los mexicanos ya se podía ver claramente: aquello era un llenazo en toda regla. La Trinchera estaba a reventar y el calor se hacía notar. Empezaban los gritos de “puto, puto” que se escucharon durante toda la noche y una presencia notoria de la comunidad latinoamericana de la ciudad se dejaba sentir.

Pasadas las 23.30 Tito Fuentes y compañía salían a escena y, siguiendo el guión de los Jammin’ Dose, empezaron un repertorio que no dejaba lugar al descanso. Sin embargo, el inicio de concierto fue poco brillante. La banda, que llevaba su propio equipo técnico, empezó la noche sonando bastante mal. El sonido mejoró algo con el paso de los primeros temas, pero durante las primeras canciones costaba bastante entender a Fuentes. Algo similar pasó con las luces. La banda decidió usar una iluminación sencilla pero muy desafortunada. En una sala en la que los fotógrafos disfrutamos de lo lindo con la buena iluminación que suele ofrecer, los mexicanos optaron por un juego de luces mayoritariamente azules, que iluminaban a los músicos desde detrás. Una decisión que no termino de entender muy bien y que sólo varió en el tramo final del concierto, cuando eligieron iluminar el escenario de frente con una fuerte luz blanca.

Estos detalles le quitaron algo de brillo a un directo que, sin embargo, estaba claro que iba a conseguir montar una fiesta desde el primer momento. Un concierto salvaje que en su primera mitad estuvo más marcado por los temas más recientes de la banda, consciente de que su baza sigue estando en los himnos de sus tres primeros discos.

Y al poco de empezar llegó uno de esos detalles que, en mi opinión, dicen poco a favor del grupo. Tanto Tito Fuentes como Micky Huidobro comenzaron a fumar después de los primeros temas, y no dejaron de hacerlo durante todo el concierto, ajenos a todo y sin importarles que, en caso de multa, no son ellos los que tendrían que pagarla, sino la sala. Un detalle de los varios que me resultaron chocantes a lo largo de la noche.

Sin embargo la fiesta continuaba. Y, a pesar de que el sonido no terminaba de ser todo lo bueno que se espera de una banda de este calibre, la fiesta se armó. El público no paraba de saltar y quedó claro que siguen siendo sus primeros éxitos los que más nos ponen a brincar. Canciones como ‘Gimme tha power’, ‘Matate Tete’, ‘Chinga tu madre’ o ‘Frijolero’, ésas que marcaron mi adolescencia, han aguantado perfectamente el paso del tiempo y están bien presentes en el repertorio musical colectivo.

La noche seguía avanzando, la gente seguía esperando ‘Puto’, y los mexicanos no tenían ninguna intención de irse. Tras una brevísima pausa, volvieron al escenario para ofrecer unos bises que se hicieron bastante largos y pesados. La banda, algo ya pasada de copas a esas alturas de la noche, se puso a divagar, tanto en su discurso como en lo musical. Cuando, tras varios amagos, por fin llegó ‘Puto’, la sala parecía que se caía. El gran himno, la canción insignia y polémica, podría haber puesto el broche de oro a una noche memorable. Pero no. La deriva se alargó durante media hora de discursos trabados e incluso una extraña versión de ‘Bohemian Rahpsody’ (‘Rap, Soda y Bohemia’).

Y al final del concierto llegó el que para mí fue el momento más chocante de la noche. Ya casi al final Randy Ebright invitaba a las “morras” (chicas) a que enseñaran las “chichis” (tetas). No es que sea nada especialmente escandaloso de por sí, pero sí me resultó sorprendente que una banda que ha hecho de la reivindicación su bandera, que lleva veinte años denunciando la corrupción política de su país, se permita estas actitudes hacia la mujer, especialmente cuando vienen de un país en el que la situación de la mujer es tan delicada como lo es en México. Evidentemente, después es decisión y responsabilidad de cada una si enseña las chichis o no, pero el detalle fue cuanto menos llamativo por la incoherencia que supone con el discurso de denuncia social que ofrecen.

Mi yo adolescente estaba contento por haber escuchado ‘Gimme tha power’ en directo y haber botado con ‘Puto’. Mi yo adulto, el que sigue con preocupación las noticias que llegan desde México, se sentía bastante decepcionado. No se les puede negar la energía y ese lado gamberro con el que están llenando salas y festivales por Europa. Siguen siendo una banda vigente, con fuerza, con una serie de éxitos que los siguen manteniendo en el candelero. Sin embargo, me fui con la sensación de que, a pesar de que el show que ofrecieron fue notable, estos Molotov ya no son los del ‘Gimme tha power’ o ‘Frijolero’, cuando lograban mezclar fiesta y reivindicación a partes iguales. La fiesta ha ganado; la reivindicación se ha diluido.

Por Carmina Rodríguez

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