Crónica de la fiesta de presentación de los Sábados Eléctricos organizados por Madrindie en El Sótano. Contaron con The Bärds y Grushenka.


 

El pasado viernes 25 de septiembre, Madrindie Producciones realizó la fiesta de presentación de la nueva temporada de Sábados Eléctricos. Aunque esta no tendrá lugar hasta el próximo 2016, no han dejado perder ocasión de llevar a cabo una fiesta digna de recordar (que sabemos que la mente es esquiva con la memorización). En la sala El Sótano (donde se realizarán los consiguientes conciertos del ciclo) se dieron cita dos de las bandas más interesantes del panorama nacional independiente: The Bärds y Grushenka.

 

Los primeros en tocar fueron The Bärds que, pese a su medio ser oscense, tienen en Madrid a su otra mitad del binomio. Jugando en casa, aquellos que decidieron visitar los bajos de la sala a primera hora de la noche estuvieron un tanto fríos pese al ímpetu de la banda, conscientes de que el plato principal venía a continuación. Sin embargo, sus seguidores pudieron disfrutar de una de sus mejores bazas: directos potentes que mezclan punk y rock con los que terminarás con la espalda de tu camiseta sudada sin que recuerdes como llegaste a ello. British y hooliganismo por los cuatro costados con temas como ‘Toothless’ o ‘Dreams from Hamburg’ con los que privar como rigen los cánones.

 

Después del problemático desembarco de la banda catalana de su anterior visita a Madrid (algunos de sus integrantes son menores de edad y, hasta la fecha, está vetada su entrada a la mayoría de salas madrileñas), tanto banda como público tenían hambre del otro. Ese canibalismo consentido era visible en la expectación de los jóvenes que copaban las primeras filas. Familiares fotografiando y juventudes en pos de nuevos ídolos musicales se movían entre columnas (en un aforo más que decente) en el momento en el que subieron al escenario Grushenka. En unos cuarenta minutos, fueron capaces de conseguir pequeños pogos entre los tímidos post-adolescentes. Cabezas ladeadas siguiendo el movimiento de la batería, estribillos coreados al cuello como si el público se mimetizara con los pudores de sus edades. Sin embargo, Grushenka demostró carácter al impregnar a su actuación de una sobriedad, voz y directo que hacen dudar al oído maduro de si realmente estos chavales no llegan (ni por asomo) a la veintena. Letras y ritmos que van entre unos Dorian sin electros, La Buena Vida de los inicios o la poesía y oscurantismo de Odio Paris o Dolores. Por no hablar de influencias anglosajonas como The Smiths o The Cure. Definirlo como shoegaze sería quedarse en la superficie de una banda que tiene en su haber un primer disco como La insoportable levedad del ser con temas como este:

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