La La Land, uno de los primeros estrenos del año, se perfila como candidata no solo a arrasar en los Oscars sino también a convertirse en un clásico.


Hay una teoría muy extendida que sostiene que el cine clásico es sólo para los nostálgicos y para los enamorados de soñar. Y si algo tiene de maravilloso La La Land es que es una muestra  de amor no solo al cine clásico y a esos soñadores que tienen añoranza de los tiempos pasados, sino a todos y cada uno de los presentes en la sala.

Un canto (y nunca mejor dicho) de esperanza para los que ven más allá, para los artistas o simplemente para aquellos que tengan fe y perseverancia en algo al que dan forma y vida Mia y Sebastian (interpretados por unos brillantes Emma Stone y Ryan Gosling). Ella, una actriz que vive de casting en casting sin mucho éxito. Él, un enamorado del jazz que sueña con abrir su propio club . Se encuentran. Al final resultan ser el uno al otro a quienes estaban buscando entre la multitud. Dos personas con metas y ambiciones que aunque a veces chocan, también se acompañan el uno al otro en caminos que aunque son diferentes van a parar a una pasión compartida:el arte.

La La Land es una oda a la búsqueda de uno mismo y a la realización, acompañada de diálogos sencillos y un humor benigno y suave que se alternan y complementan con bailes tan bellos que incluyen hasta pasos de claqué y un plano secuencia inicial que sin duda se quedará grabado en nuestra memoria por mucho tiempo. Pero… ¿Y la banda sonora de todo esto? Un repertorio de canciones jazz que nos trasladan a otro mundo, sonidos de pianos y trompetas que dan forma a unas preciosas composiciones que los protagonistas hacen suyas de una forma completamente natural.

Entre ellas cabe destacar un tema principal cuya melodía seguirá en tu cabeza días y días después de haber visto la película. Chazelle, quien ya demostrase su pasión por la música hace un par de años en Whiplash o en su ópera prima Guy And Madelaine On A Park Bench, recupera el concepto del séptimo arte como “fabrica de sueños´´ de una manera elegante y delicada. Y damos gracias por ello, era muy necesario alguien que reivindicase con tanta clase el legado que nos dejaron hace ya muchos años Gene Kelly y Debbie Reynolds.

La cinta tiene un tono agridulce y aunque puede ser considerado decepcionante por algunos es de agradecer, ya que es tan real como la vida misma. Durante lo que dura la proyección sentimos  la atenta mirada de la ciudad de Los Ángeles sobre nosotros, amparándonos  y no solo eso, sino que  invitándonos a soñar y a tener ganas de salir bailando del cine y dejarnos llevar por el romanticismo que ofrece ante nosotros todo un universo lleno de estrellas.

 

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