Madrid lleva años vagando por el desierto festivalero, múltiples propuestas surgen intentando ocupar ese vacío que todo madrileño siente, pero ninguna nos había llenado de tanto orgullo como la iniciativa del Mad Cool. Han conseguido congregar en esta primera edición tanto a nostálgicos de los 60’s como a amantes de la música más independiente, que recorrieron los escenarios más pequeños disfrutando de la letra pequeña del cartel. El Mad Cool ha situado a Madrid en el mapa festivalero, convirtiendo a la capital en el epicentro musical durante un fin de semana.


Texto: Aída Cordero y Alba Montero

Fotos: Mad Cool Festival

Con Kings Of Convenience arrancaba la segunda jornada del Mad Cool, el escenario 4 se encontraba lleno a rebosar cuando el dúo noruego pisó las tablas. Como en su anterior paso por España hace apenas seis meses el protagonista absoluto del concierto fue Quiet Is The New Loud (2001), el cual comenzaron a desgranar desde el primer corte. Su álbum debut ha celebrado su decimoquinto aniversario con una gira en la que Kings Of Convenience recorrieron medio mundo reivindicando el álbum que les dio el título de abanderados del New Acoustic Movement. Erlend Øye y Eirik Glambek Bøe no son los únicos integrantes de Kings Of Convenience, el silencio en sus directos es un miembro más de la banda y es que sin este elemento esencial las voces susurradas pierden toda su intensidad, quedando diluidas en un murmullo absurdo que en ocasiones fue el protagonista del stage Avalon. Cuando los noruegos abordaron los éxitos de sus Riot On An Empty Street (2004) y Declaration Of Dependence (2009) su directo despegó, el tímido público se atrevía a acompañar a Eirik en los estribillos mientras Erlend bailoteaba y arengaba al respetable en el  mítico I could never belong to you. Complicidad y armonía, acordes preciosistas y delicados, un concierto intimista en el que jugó a favor el pequeño recinto y un repertorio de menos a más que dejó al público con una sonrisa difícil de borrar.

Con Temples a la caída de la tarde comenzaba el viaje lisérgico rumbo a los 60 de la mano de su Sun Structures (2014). Psicodelia bien entendida e interpretada a la perfección, los británicos dieron un recital espectacular.

Una de las atracciones de la noche era el show que Jane’s Addiction había preparado. Siempre fueron muy “sucios” y había muchas ganas de comprobarlo. Su segundo disco, Ritual de lo habitual, fue tocado íntegro. Perry Farrell salió a escena con un vestuario que nos recordaba a un maestro de ceremonias (tipo Cabaret) con ojos y dentadura tan luminosa que casi eclipsaba el peculiar atuendo de Dave Navarro y las bailarinas que amenizaban el show. El exitoso segundo álbum de la banda sonó potente, sobre todo ese ‘Been caught stealing’. La segunda parte fue, como el disco, más tranquila, aunque las chicas no dejaban que el espectáculo decayese: sensualidad, sadomasoquismo… todo bien mezclado con el rock y el punk de los californianos. Pero no quedó ahí el espectáculo de Jane’s Addiction, volvimos a la realidad con su versión de ‘Rebel, rebel’, homenajeando al maestro Bowie. Y siguieron con más temas propios. Nos contaban los fotógrafos acreditados que el manager de la banda les permitió quedarse durante todo el concierto, y tenía una buena razón. Casi al final, dos chicas comenzaron a colgarse con hierros, pero ninguno queríamos creernos que iban a elevarlas como marionetas y a danzar en el aire solo enganchadas de la piel de sus espaldas (“suspensión suicida” se llama la práctica). No pudimos más que espeluznarnos, pero sin dejar de mirar, así de hipnóticos son los “rituales de lo habitual” de Jane´s Addiction. Para finalmente terminar con su balada más famosa ‘Jane says’ mientras todos los miembros salen al escenario para terminar de hermanarse entre ellos y el público. Soberbios.

Mientras Jane’s Addiction sorprendía a los espectadores con su show, el escenario 3 se inundaba de un público deseoso por ver a León Benavente en acción, que por suerte o por desgracia se han hecho un hueco en el cartel del Mad Cool debido a la cancelación de Fuel Fandango. Los graves hacían retumbar todo el recinto al ritmo de los temas que conforman el segundo trabajo de la banda, que pese a ser publicado hace tan sólo unos meses fue cantado por los más fieles. León Benavente demostraron que están en plena forma, haciendo saltar al público desde el primer hasta el último corte, intercalando a la perfección los nuevos temas con los que se han convertido en clásicos que desatan la locura del respetable, como ‘Ser Brigada’.

Mientras sonaban Band of horses pudimos “colarnos” en el escenario en donde Caribou estaban haciendo bailar a todos los afortunados que pudieron entrar a ver a estos canadienses.

Finalmente, encarábamos los dos últimos conciertos de la noche, se presentaban, de primeras potentes. The Prodigy congregó a la mayor parte de los asistentes y, podemos decir, que sobrevivimos sin apenas magulladuras al pogo más grande que jamás habíamos presenciado. El despliegue de banda, sonido, luces, ritmo… era tal que se nos pasó el concierto volando. Apabullantes, tanto que Die Antwoord nos decepcionaron un poco… quizás por en contraste entre los provocativos Jane’s Addiction y los contundentes The Prodigy, pero los sudafricanos se presentaron con una mesa de dj, unos pocos audiovisuales “malrolleros” y unas poses que intentaban hostigar al público. Creo que lo consiguieron, pero a nosotros no nos terminaron de convencer.

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